Carlos Koplowitz, el hermanastro de Alicia y Esther que reclama su cuantiosa herencia: "Solo pido algo de mi padre"

El hijo del empresario Ernesto Koplowitz, inició una serie de manifestaciones para luchar por los derechos económicos de los hijos nacidos fuera del matrimonio

Álex Ander

Periodista especializado en corazón y crónica social

Actualizado a 22 de septiembre de 2024, 20:00

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Allá por diciembre de 2012, el Juzgado de Primera Instancia número 49 de Madrid determinó que dos de las personas más ricas de España, Alicia y Esther Koplowitz, tenían un nuevo hermano, Carlos Koplowitz. El susodicho, un ciudadano español residente en Suiza y especialista en recursos humanos (RH), nació fruto de la relación de Ernesto Koplowitz, fundador de la actual Fomento de Construcciones y Contratas (FCC), con Albertina Rangel, una joven venezolana con la que compartió tres años de su vida en distintas ciudades del mundo. Durante la última década, Carlos ha venido reclamando su parte de la cuantiosa herencia —alrededor de 40 millones de dólares— de aquel empresario judío alemán que recaló en Madrid en los años cuarenta, huyendo del holocausto, y durante la década de los cincuenta impulsó CYCSA hasta convertirla en una de las principales constructoras españolas.

El magnate, que antes de traer al mundo a las hermanas Koplowitz tuvo otros dos hijos, nacidos de su relación con Isabel Amores, falleció en 1962 tras sufrir un accidente con un caballo. La muerte truncó sus planes profesionales y su proyecto de vida en común con Albertina, que había dado a luz nueve meses antes y, en realidad, se quedó con una mano delante y otra detrás. No sucedió lo mismo con Alicia y Esther, quienes heredaron un patrimonio impresionante y con el trabajo de sus maridos, que al final les resultaron infieles, lo fueron engrosando año tras año. 

"Mi madre tenía 28 años y trabajaba como secretaria de dirección en un ministerio del estado de Venezuela cuando conoció a mi padre", comenta Carlos a nuestra revista. "Cuando él falleció, no recibió ningún tipo de ayuda ni aprecio personal. Todos pasaban completamente de ella. Probablemente, tanto mis hermanas como mi hermano consideraban que había formado parte del plan de mi padre de aislarse de las otras dos madres, la veían como una cómplice. Aquella fue una historia muy triste para mi madre, que padeció tres años de depresión, nunca se volvió a casar y vivió en la precariedad hasta su fallecimiento en el año 2000".

El motivo de la ruptura

Según Carlos, Alicia y Esther mantuvieron durante años con él un trato fraternal, e incluso le ayudaron de forma puntual cuando de niño estudiaba en Venezuela. "Sin embargo, cuando en 2000 inicié acciones para ser reconocido legalmente como hijo de Ernesto, mis hermanas decidieron cortar completamente los lazos de comunicación conmigo. Supongo que lo hicieron porque nuestro padre había tenido una relación fuera del matrimonio con su madre, algo que resultó muy doloroso para la familia de Alicia y Esther. Querían dejar el pasado donde estaba, no volver atrás. Y lo dejaron todo en manos de sus abogados y la justicia", explica el menor de los Koplowitz, que fue declarado hijo mediante la comparación de su ADN con el del cadáver de su progenitor, cuya exhumación ordenó el Juzgado en 2011.

 

 

Por el momento, ni la Justicia española ni el Tribunal de Estrasburgo le han reconocido sus derechos como heredero. Aunque él no piensa cejar en su empeño y, de hecho, en estos momentos está apostando por la mediación, con el apoyo de Javier Alés, de la Universidad de Loyola. "Hemos recurrido a la ONU, porque es una vulneración a los derechos humanos", afirmó su abogado, Fernando Osuna, en una entrevista con el periódico Moncloa. "Lo que alega la Justicia para no acceder a las reclamaciones es que el fallecimiento se produjo en 1962, por lo que sus derechos como heredero no están vigentes en la Constitución, ya que esta no fue promulgada hasta 1978".

Hace solo unos días, Carlos se desplazó hasta Madrid para iniciar una serie de manifestaciones con las que, desde ahora y hasta el próximo mes de enero, seguirá luchando "por los derechos económicos de los hijos nacidos fuera del matrimonio, así como por el deseo de mi padre de que todos sus hijos sean reconocidos y apoyados a lo largo de su vida". Es consciente de que para sus hermanos no existe obligación legal de apoyarle financieramente, pero lo reclama porque, en su opinión, es una cuestión de ética y humanidad.

Una situación comprometida

"Yo no pido lo que les pertenece a mis hermanas, pues es algo que ellas se han ganado con trabajo y sacrificio. Tan solo pido algo de mi padre, de nuestro padre", apostilla nuestro protagonista. "Hoy, a los 63 años, me encuentro en una situación de gran precariedad. Aunque también te digo que lo importante para mí no es el resultado, sino el camino. Incluso si no llegara a recibir nada, habrá valido la pena mi defensa de las causas en las que creo y los valores de mi vida".

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