No cabe duda de que es el tema de la semana. Isabel Pantoja ha vuelto a los escenarios y lo ha hecho por todo lo alto. Toda su familia ha estado junto a ella y el Teatro Real de Aranjuez se rompía en aplausos con cada pausa.
Fue una reaparición muy medida, con fuertes medidas de seguridad y con una lista de invitados supervisada al detalle. La artista se aseguró de que la que estaba a su lado era su gente, se aseguró de sentirse segura en un momento que sentía difícil para ella.
Pero no todo fue precioso. Previo al concierto hubo un cocktail con los invitados, entre los que también estaban sus hijos, Kiko e Isa, su nuera Irene, su sobrina Anabel junto a su novio y su hermano Bernardo. Agustín y Doña Ana también estaban, pero a su lado entre bambalinas, nunca junto al resto de invitados.
Llamó la atención la ausencia de Alejandro, pero Isa se encargó de dejar claro que no hay ruptura, que sencillamente hubo un cabreo que ya está solucionado y que sigue en Santander porque su abuela está malita. Otro de los aspectos que notaron los presentes fue que Kiko e Irene iban absolutamente a lo suyo, que no tuvieron demasiado interés en relacionarse con nadie, apenas estuvieron unos minutos saludando a Isa y Anabel y después vieron el concierto por separado, ellas en un palco, ellos junto a Doña Ana a un lado del escenario.
Otro de los detalles que no se vieron fue el monumental enfado de la prensa que se quedó fuera y que trabajaron haciendo la salida y entrada de invitados. Uno de los mejores momentos del ambiente que se creó fue la llegada de Chelo García Cortés, a la que sus compañeros de profesión corearon por su valentía de estar allí a pesar de tener la entrada vetada.
Una vez acabado el concierto, todo el mundo esperaba que por fin los hijos de la tonadillera se pronunciaran y contaran orgullosos como habían visto a su madre, pero nada más lejos de la realidad. Salieron, se abrieron hueco a duras penas entre los periodistas ávidos de conocer su opinión y se metieron al coche sin abrir la boca. Menos mal que Anabel, mucho más tranquila, se paró para explicar lo emocionada que estaba, lo bien que había cantado su tía y la ilusión que sentía por ese momento.
La celebración continuó en privado, la familia y los amigos más cercanos estuvieron en el hotel donde se ha estado alojando la artista y después de los nervios y las emociones llegó el hambre, lo que explica que se pudiera ver a un repartidor de una conocida cadena de comida rápida llevando abundantes bolsas de comida.