El 4 de septiembre de 2019 quedará marcado a fuego como una fecha fatídica para la familia de Blanca Fernández Ochoa. Doce días después de su desaparición y en el cuarto día del enorme dispositivo de su búsqueda se cumplían todos los malos pronósticos: su cuerpo era hallado sin vida en el parque natural de las Dehesas, en la sierra de Guadarrama (Madrid).
A mediodía, se informaba de que un cuerpo de mujer era hallado en la zona marcada por un testigo. La noticia caía como una bomba en la carpa que estaba sirviendo de campamento base en Cercedilla y donde se encontraban los hermanos de Blanca, Juan Manuel Fernández Ochoa y Lola, quien junto a su marido, Adrián Federighi, han estado incansables participando activamente en las tareas de búsqueda. En todo momento, han sido informados de todos las novedades y de la pista que se seguía desde esta mañana y que ha confirmado los peores presagios.
Los nervios lo invadían todo. Manos a la cabeza, pero siempre intentando mantenerse enteros y discretos a falta de la confirmación de la terrible noticia, que llegaba a los pocos minutos, tal como informaba la Agencia EFE.
Los hijos de Blanca también se habían trasladado rápidamente al puesto de mando para reunirse con sus tíos y confortarse en estos momentos tan duros. Olivia, que había optado por concentrarse con su equipo por la presión mediática, se agarraba devastada al brazo de su tía Lola, que no podía contener la emoción ni las lágrimas. David estaba superado por las circunstancias y abrumado con las esperanzas ya rotas.
Si ha habido una actitud que ha caracterizado a los hermanos de la exesquiadora ha sido su buena predisposición para atender a los medios, su agradecimiento por la ayuda de los voluntarios y agentes desplegados en el monte y, sobre todo, su aliento positivo y esperanzado, que solo desfallecía al finalizar cada jornada de búsqueda, pero que volvía a estar al 100% cada nuevo día.
A los pocos minutos, llegaba al puesto de mando de la Guardia Civil y la Policía Nacional, Lola, visiblemente afectada, con el rostro serio, pero abrumada por la rapidez con la que se estaba ahora desarrollando todos los acontecimientos.