Así ha hablado Jorge Javier de su madre a través de Lecturas

María Morales, madre del presentador, se ha convertido en la gran sorpresa de 'Mi casa es la tuya' con su naturalidad y simpatía

María Morales, ‘La Mari’ para Jorge Javier Vázquez, es la nueva madre de España. Tras la emotiva entrevista al presentador tras superar el ictus que Bertín Osborne le realizaba en ‘Mi casa es la tuya’, Morales ha acaparado protagonismo y titulares por su espontaneidad. Pero en Lecturas ya lo sabíamos y, como prueba, recopilamos todas las veces que el propio Jorge Javier nos ha hablado de ella en su blog a través de anécdotas curiosas y bonitas.

SUAFICIÓN FAVORITA

Ahora es mi familia la que está con nosotros: mi madre, mis dos hermanas y mis dos cuñados. Mientras escribo, ellos están jugando al dominó: a cinco céntimos si se gana con capicúa, y a ochenta si se hace 'capirreal'. Hace un rato, se ha producido un conato de enfrentamiento porque han intuido que mi cuñado avisaba a mi hermana para que, al menos, ganara alguna ronda, y mi madre ha actuado de manera tajante: "Durante el juego, no se habla de la partida". Así que mientras van poniendo fichas hablan de cosas tan interesantes como qué métodos utilizar para limpiar mármoles.

P. me acaba de contar que ayer se fueron a dormir a la una de la madrugada dándole a las fichas. Mi hermana Esther osó decir un cuarto de hora antes que tenía sueño, y mi madre le ordenó que se fuera a lavar la cara con agua fría a ver si se le pasaba.

GESTOS DE AMOR

El domingo salgo a almorzar con P. a un restaurante repleto de padres con hijos pequeños y padres con hijos mayores. Tras la comida, veo que en al mesa de al lado una chica de treinta y largos tiene cogida la mano de su padre, un señor mayor. Me enternece el gesto. Yo hago lo mismo con mi madre. Y si mi padre estuviera también lo haría.

EL AMOR, SEGÚN LA MARI

El sábado se somete al polígrafo María Lapiedra y sale muy airosa. María queda como una chica profundamente enamorada que lleva esperando ocho años a que Gustavo dé el paso y se vaya con ella. Al llegar a casa, a eso de las tres de la madrugada, me encuentro a P. y a mi madre jugando al dominó. Después de llevar jugando toda la tarde y durante las publicidades de ‘Sábado Deluxe’, mi madre ya ha ganado cinco euros. Quieren que me enganche a echar alguna partida con ellos, pero me niego en rotundo. Antes de irnos a dormir escucho a mi madre decir algo así como: “Con lo serio que parecía Gustavo”. A mi madre no le debe haber parecido bonito que Lapiedra confesara que hicieron el amor en la piscina de un balneario rodeados de bañistas.

LA SABIDURÍA DE LA MARI

Una revista de los miércoles publica que atravieso una grave crisis de pareja. La publicación coincide con la promoción de mi función ‘Grandes éxitos’, así que no hay manera de que pueda escapar de la pregunta de rigor (...) Me enteré un día antes de que la publicación se iba a hacer eco, y lo que más me inquietaba era que mi madre viera la portada. Pero como ella es más lista que el hambre sabe que cuando yo me cierro en banda mejor no preguntarme, así que intercambiamos un par o tres de frases sobre el tema y se acabó. El sábado la llamé al fijo para ver cómo iba de su gripe y quiso la casualidad que mi hermana mayor la llamara a su vez por el móvil para contarle cómo iba de su espalda. La pobre tuvo un contratiempo y se quedó rígida. El caso es que estaba yo hablando con mi madre y me dejó con la palabra en la boca durante varios minutos para interesarse por la espalda de mi hermana. Y debo reconocer que me dio rabia y le colgué. Al rato me llamó ella y le comuniqué mi malestar por preferir hablar con mi hermana “con lo que yo tengo encima” –estuve a punto de decirle. Amenacé a mi madre con escribir lo ocurrido en este blog y ella ni se inmutó. Me encanta mi madre y sus circunstancias.

SIEMPRE TIENE LA RAZÓN

Esta noche volamos a España y dejamos atrás un viaje que poco ha tenido que ver con el que imaginaba. Pensaba que iba a estar todo el día tomando el sol y a punto he estado de coger un resfriado.

Lo mejor: estar con mi madre todo este tiempo. Y constatar que las madres han venido al mundo con una misión: tener siempre la razón. Cuando la mía lea esto me llamará para echarme la bronca. Pero ella ya estará en Badalona y yo en Madrid. La voy a echar de menos, claro.

LA MEJOR ESTILISTA

En el avión que nos trae a Santo Domingo comienza a mirarme disimuladamente para comenzar una batería de apreciaciones que me dejan exhausto. “Jorge, no te pongas más labio”. “No, Mama –así, sin tilde– no me pongo labio. Lo que pasa es que me lo hidratan cuando me hago el plasma en la cara”. “Ya, pero tú no te pongas más”. “Ya te he dicho que no me pongo”. “Tú no te pongas más no vaya a ser que se te ponga una boca muy exagerada”. Me callo. Al rato: “¿Te pones bótox en la frente?”. “No, hace años que ya no me pongo”. “Es que te dejaban fatal, la cara deformada, sin expresión”. “Bueno, era lo que se llevaba”. “No te pongas más, que ahora estás muy bien”. Vuelvo a callarme, pero ella no se amilana y vuelve a la carga: “Ahora sí que llevas el pelo bien, ¿pero te acuerdas los peinados que te hacían antes?”.

LA JEFA DE LA CASA

Después de estos días de descanso, me quedan varios caramelitos a lo largo del verano: el próximo, hacer temporada en el Tívoli de Barcelona. Prefiero quedarme en su casa a quedarme en un hotel. Va a ser como volver a la adolescencia. Lleva ya varios meses preguntándome qué voy a comer y qué voy a cenar. Pero, por mucho que se lo diga, ella va introduciendo cambios en el menú siempre sobre una misma base: verdura, carne a la plancha y pescado al horno. Yo ya no rechisto. Al final, por mucho que pactemos, hará lo que le dé la real gana. Así son las madres y es imposible cambiarlas.

EL PILAR MÁS IMPORTANTE DE JORGE

Hablo con miembros de mi familia y les digo que no se lo quiero contar a mi madre para no preocuparla. Pero dicen que no, que es preferible no engañarle. Y como siempre, la mejor frase la pronuncia ella: “Ay, hijo, ahora no vayas a contar que tienes algo en la cabeza”. No sé cómo lo hace, pero siempre acaba haciéndome reír sin querer.