Nuestro chatín, el último galán de los escenarios nos ha dejado huérfanos. Arturo Fernández ha fallecido este 4 de julio de madrugada a los 90 años. Esta misma tarde se ha montado la primera capilla ardiente en el tanatorio de La Paz, en Tres Cantos (Madrid), donde ha habido desde primera hora una constante afluencia de familiares y amigos que han querido darle el último adiós. Los primeros en acudir han sido el periodista Juan Ramón Lucas, y su pareja, Sandra Ibarra.
Con el semblante serio, también hemos visto a la Miss España Juncal Rivero, acompañada de Enrique Cornejo. De manera escalonada, también han llegado al tanatorio de Tres Cantos, Norma Duval, Ivonne Reyes, Fiona Ferrer y Mónica Martín Luque. El actor y director Santiago Segura se ha parado a hablar con la prensa para recordarle con cariño y declaraba: "Hay gente que no debería irse nunca"
El actor permanecía ingresado en un hospital madrileño desde hacía unos días y se ha apagado acompañado de los suyos. Entre ellos, su mujer Carmen Quesada, quien no se ha separado de su lado en ningún momento, desde que este año empezó a notar cómo su salud se resentía y le obligaban a aparcar su última gira teatral. Arturo no conseguía reponerse de los problemas y los dolores que seguía arrastrando después de haber sido intervenido, primero de un tumor en la vejiga, que también se le alojó en el estómago. Cuando pretendía volver a los escenarios, la mala suerte se cebaba de nuevo con su salud tras fracturarse una pierna.
El querido intérprete se iba con las botas puestas, y ha dejado un gran vacío no solo entre familiares, amigos y compañeros del mundo del espectáculo, sino entre todos aquellos que crecieron con su imagen y sus maneras exquisitas tan características, y que se han convertido en educación sentimental de generaciones de espectadores de nuestro país.
Mañana viernes 5 de julio, sus restos serán trasladados a la capilla ardiente que se instalará en el Teatro Jovellanos de su Gijón natal. Allí, sus admiradores podrán despedirse del seductor asturiano antes de que se cumpla su última voluntad y sea enterrado en la misma ciudad pero en estricta intimidad.