En febrero de 2015 a Alba Silva se le paralizaba la vida. Ocho años más tarde, esta periodista sevillana volvía a hacer frente a un durísimo revés, su marido, Sergio Rico, sufría un accidente en pleno Rocío; el lugar que siempre asociará a su padre, la persona que le enseñó todo y que se marchó “sin decir adiós” aquel fatal febrero.
La canción dice que “donde has sido feliz no debieras tratar de volver”, pero a Alba Silva esto le cuesta. La sevillana, tan de su feria, tan de su Semana Santa y de su Rocío, ha sido incapaz de estar alejada de algunas de sus tradiciones favoritas. Aunque algunas le traigan a la memoria recuerdos dolorosos. La romería a la ermita de la virgen es uno de ellos; y ahora, tras lo vivido con su marido, quedará marcado en rojo para siempre. Desde hace un par de semanas, Sergio Rico se debate entre la vida y la muerte, tras haber sido golpeado por un caballo. Desde entonces, el guardameta permanece ingresado en un hospital de la capital andaluza.
A pesar de su sonrisa en redes sociales y de sus mensajes positivos, Alba Silva guarda tras de sí una dura historia, cuando, en 2015, falleció su padre, al que estaba muy unida. “Te fuiste sin decir adiós, sin decirme dónde puedo encontrarte si te echo de menos”, le dedicaba a “una de las razones de su existencia, el hombre de su vida”, su progenitor. Todo lo que aprendió al lado de él, ahora lo pone en práctica junto a Sergio. “Me enseñaste desde pequeña lo importante de la vida y por lo que merece la pena luchar”, le decía en una carta abierta, igual que ahora su hermana ha hecho con Rico. “A tu lado aprendí a ser fuerte hasta el último momento su vida y por el que hoy en día soy quien soy”. Una fortaleza y una lucha a la que ahora se aferra y le ayudan a seguir en pie, sin perder la esperanza.
Si tuviera a su lado a su padre, todo sería más fácil. “Te echo de menos, tus palabras, tu amor incondicional, tu capacidad para hacerlo todo más fácil”, le dedicaba en 2015.
Alba Silva tuvo que lidiar con la pérdida de un ser tan querido siendo muy joven, pero, también, con el duelo previo. A su padre le habían diagnosticado cáncer cinco meses antes; un tiempo que lo pasó entre tratamientos oncológicos y palabras de aliento. Las que él daba a los suyos. “Luchó hasta el último día contra la enfermedad. Él es el claro ejemplo de superación. Él, que cada día estuvo dándonos esperanzas a todas cuando nosotras no tuvimos suficientes fuerzas para dárselas a él”. Hoy, volverá a hacer suyas estas ganas y estas esperanzas que le depositó su padre como mejor legado, y se aferrará a ellas.
Cuenta Alba Silva que su padre, antes de morir, le estrechó la mano. Fuerte, con seguridad. Se agarraba a la vida con su último aliento y le enseñó lo que es pelear hasta el final. Una lección que ahora, de nuevo, tiene que volver a repetir.
Un año después, Sergio Rico llegaba a su vida. ¿Un regalo desde el cielo de su padre? Su vida daba un feliz giro y, a su lado, recuperaba una ilusión que le estaba costando recobrar. Se enamoraron locamente y se volvieron inseparables. Compartían los mismos gustos y aficiones, y encajaron perfectamente en la vida del otro. Ella, periodista de profesión, quiso seguirle por todo el mundo. Recalaron juntos en París, donde él fichó por el PSG, y ella se adaptó pronto a los paseos por la ciudad del Sena, a pesar de que su corazón seguía en Sevilla, al lado de su madre y sus hermanas.
En junio del 2022, Sergio Rico y Alba Silva sellaban su amor con una preciosa boda. Solo empañó mínimamente el día la ausencia del progenitor de ella. Él no la pudo llevar al altar, como hubiese deseado, pero lo hizo su madre, que no le soltó la mano. Una ceremonia con dos madrinas que resultó perfecta. La novia adoró cada instante de la celebración, en la que también se implicaron muchísimo sus tres hermanas. Lamentablemente, el primer aniversario de la misma lo ha tenido que pasar de un modo que jamás creyó vivir: de nuevo en el hospital. Esta vez, el que yacía en la cama era el otro hombre de su vida, su marido. Y, ahora, más que nunca, tiene que volver a recordar aquello que dijo un aciago febrero: "Mientras hay vida, hay esperanza",