Hace justo un año, los amantes del cine eran sacudidos por una de las noticias más tristes: la inolvidable Verónica Forqué era encontrada muerta en su domicilio. Había sido la actriz protagonista de algunas de las películas y series más icónicas, pero también era una mujer extremadamente sensible. Esta madre de una hija atravesaba un momento difícil. “Estoy regular, necesito descansar”, dijo en su marcha precipitada de ‘MasterChef Celebrity’, programa en el que muchos descubrieron a Vero, el ser humano no la famosa; nerviosa, efervescente. Capaz de pasar del castellano al inglés mientras daba órdenes; pero capaz también de provocar una ternura enorme en el espectador. “Yo no soy de tirar la toalla, pero esta vez hay que ser humilde y decir 'no puedo más' (...) Mi cuerpo y el universo me estaban diciendo necesitas parar”, les dijo a Jordi, Pepe y Samantha, que la despidieron emocionados, como hoy la recordamos todos. Un 13 de diciembre se nos fue la sonrisa más dulce del entretenimiento de nuestro país.
La nueva vida de María Forqué, 'Virgen María', la única hija de Verónica
Un año después, la vida de cuántos rodearon a Verónica Forqué se encuentra revuelta. La que más lamentó su muerte fue su hija María (32 años), nacida del matrimonio de la artista con el director de cine Manuel Iborra. La joven ha seguido trabajando como creadora de arte performático, haciendo llegar sus exhibiciones hasta París o Miami. Ha fichado por una de las agencias de modelos, especializada en maniquíes de belleza única, más importantes del mundo y lo cierto es que no para de trabajar. Su propuesta artística es tenida cada cada vez más en cuenta, y ha logrado convertirse, ella misma, en su mejor obra. Su madre estaría orgullosa.
Combina trabajos en galerías con posados para Only Fans, pues mantiene activa su cuenta en esta red solo para adultos, donde se paga por contenido exclusivo para suscriptores. Como decimos, María Forqué, o Virgen María como se hace llamar en redes, ha hecho de su cuerpo y de su rostro un vehículo para que se entienda su trabajo creativo. Un proyecto de lo más excesivo y que juega con la provocación. Este trabajo abarca, además, sesiones en vivo en discotecas, por las que cobra 17 euros por entrada; a colaboraciones con marcas de lujo como Mugler.
Eso en el terreno laboral, y en el emocional, María Forqué entiende la muerte de su madre de una manera muy trascendental. “No se ha ido, solo está en otra habitación. No tiene cuerpo, pero su energía está más presente que nunca, porque ahora es omnipresente”, escribió tras el fallecimiento de su progenitora, que era budista y que, al igual que su hija, también creía en las energías. “Cuando necesito un abrazo, se lo pido; tú puedes hacerlo también. El ser humano es muy limitado y tiende a creer solo lo que ve, pero no solo se ve con los ojos”, escribió en una carta que publicó para la revista Shangay.
Desde el fallecimiento de Verónica, María sintió que esta cuidaba de ella. En ningún momento se sintió desamparada. Tanto en el tanatorio como en su capilla ardiente, se mostró serena y confiada. “La muerte, en realidad, no existe, es solo una fase más", dijo María a ‘Sálvame’.
El pasado 1 de diciembre, Verónica Forqué habría cumplido 67 años. Su hija la recordó en su cumpleaños, aunque la tiene presente todos los días. Entonces, en redes, aseguró que el aniversario de su nacimiento la pillaría “bailando muy feliz en algún lugar por ahí”.
La última voluntad de Verónica Forqué
Hace solo una semana, se cumplió la última voluntad de Verónica Forqué. Tal y como ha publicado El Español, María Forqué habría logrado vender el piso en el que falleció su madre. Se trataba de un inmueble ubicado en el barrio de Chamartín, muy cerca del Parque de Berlín. En el pasado había sido refugio para los padres de la actriz, sirviendo primero de oficina para su padre, el cineasta José María Forqué, y, después como última residencia de su madre, Carmen Vázquez-Vigo.
Hacía solo unos pocos años que Verónica se había mudado a este piso; pero no deseaba terminar sus días en él. El plan de la Forqué pasaba por “venderlo todo” y trasladarse a Cartagena, donde tenía una vivienda. Deseaba jubilarse ahí y, tras haber trabajado toda la vida y habiendo vendido el piso de la capital, retirarse con enorme desahogo económico. Pero no lo pudo realizar.
La única heredera de Verónica Forqué jamás pensó en conservar el piso, así que, nada más fallecer su madre, lo puso a la venta. Un año más tarde, el nuevo propietario ya se encuentra viviendo en él. De esta manera, María decidió cerrar el círculo que había dejado trazado su madre, continuar con sus deseos. Y ahora, no desde Murcia, sino “desde otra habitación”, como la joven explicó, Verónica descansa, bailando y sonriendo. Y mientras lo hace, espera volver a encontrarse con su hija, “porque la vida dura solo un segundo”.