Ally McBeal se ha hecho mayor

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Por MERCEDES CASTRO

 

Creímos que sería siempre joven, que bailaría eternamente junto a un bebé imaginario mientras nosotras nos convertíamos en venerables madres, que nunca conocería la celulitis y sus piernas se verían siempre estupendas en su mini falda. Que no cumpliría años. Que no envejecería.

 

Pero la cruda realidad es que Calista Flockhart, la eterna Ally McBeal, la abogada de aspecto juvenil cuyas peripecias nos encandilaron gracias a la serie de televisión homónima que comenzó a emitirse en España en 1999 –y de cuya primera emisión se cumplen 15 años en nuestro país–, está al borde de la cincuentena, que celebrará este 11 de noviembre, con un aspecto, eso sí, tan juvenil como siempre gracias, en buena medida, a las numerosas operaciones de cirugía estética a la que parece haberse vuelto recientemente adicta.

 

Calista, llamada así en honor a su bisabuela paterna, es hija de una maestra y un ejecutivo de la empresa Kraft, y muy pronto mostró su talento para la interpretación, por lo que ingresó en la Rutgers University de New Jersey para estudiar Arte Dramático. Cuando se licenció, compaginó pequeños papeles teatrales y tuvo que trabajar como camarera (un requisito que, al parecer, es imprescindible en el currículum de cualquier actriz) hasta que, con su inspirada interpretación en “El zoo de cristal”, de Tennessee Williams, comenzó a destacar y a obtener galardones que la premiaban como el talento emergente más sobresaliente de la escena de Broadway.

 

Gracias a ese papel Calista encadenó numerosas producciones que hicieron que pronto fuera conocida por los aficionados al teatro más clásico y los de la escena independiente, pero realmente su rostro aniñado no se haría popular hasta que encarnó a Ally McBeal, esa pizpireta abogada que, tras sufrir acoso laboral por parte de su jefe, llega al alocado bufete Cage & Fish dispuesta a triunfar, aunque para ello tenga que soportar el encuentro con su exnovio, Billy, ahora casado con una mujer perfecta, y compartir los aseos unisex de la firma con un variado número de alocados personajes entre los que se encuentra el entrañable “Bizcochito”.

 

La serie supuso en sus primeras temporadas un rotundo éxito de público y, también, el reconocimiento de la crítica para Calista, que recibió el Globo de Oro por su interpretación de una abogada inteligente, pero también neurótica, caótica e inmadura, ante la que siempre se ha mostrado ambivalente: “Me abrió muchísimas puertas, me dio muchas oportunidades, pero ya empieza a ser hora de que la gente deje de relacionarme con el personaje, aunque, por lo que veo, habrá que esperar aún más”.

 

Sin embargo, la realidad es que, tras diversos papeles en el cine, tras protagonizar durante 5 temporadas la serie “Cinco hermanos” y encarnar otros roles en obras teatrales, si ahora su rostro nos sigue resultando familiar es, más que nada, por su presencia en estrenos y entregas de premios, como los Oscars, acompañando a su marido, el famosísimo Harrison Ford.

 

En efecto: Ally McBeal, la eterna sufridora por amor, acabó casándose con Han Solo. Dicen las malas lenguas que para conseguir que él, veintidós años mayor, se fijara en ella, durante la cena de la gala de los Globos de Oro de 2002 le tiró una copa encima.

 

La estrategia, desde luego, tuvo su efecto: comenzaron un romance que culminó en discreta boda ocho años más tarde el día de San Valentín de 2010 y su matrimonio es tan sólido que él, que ya tiene cuatro hijos fruto de relaciones anteriores, ha reconocido al hijo de Calista, Liam, adoptado en 2001, como propio.

 

Aunque son una de las parejas más sólidas y bien avenidas de Hollywood, toda esa felicidad parece tener un reverso, y es que la carrera de Calista está, cuando menos, estancada. Desde el final de “Cinco hermanos” en 2011 solo ha vuelto para dar voz a personajes de series infantiles como “Los pingüinos de Madagascar” y “Robot Chicken”.

 

Pero pensándolo bien, para quien ha pasado en su dilatado historial amoroso por los brazos de Robert Downey Jr., Ben Stiller, San Mendes o el mismísimo Bon Jovi, despertarse todos los días entre los brazos del mismísimo Indiana Jones, por más talludito que ahora esté, tampoco es mal premio de consolación.