Diecisiete años tenía María Jiménez en el momento en que se quedó embarazada de su hija Rocío, quien también era una adolescente cuando perdió la vida en un aparatoso accidente de automóvil ocurrido en enero de 1985. “La muerte de mi hija lo cambió todo. A partir de ahí, fui otra persona”, confesó la cantante en Mi mundo es otro, un documental de dos episodios, grabado un año antes de su muerte, donde repasaba su vida, jalonada por penurias (de niña se puso a limpiar suelos y a actuar en tablaos flamencos para poder ayudar a su humilde familia), una voz desgarradora plasmada en una veintena de álbumes musicales (muchos de los cuales produjo su amigo Gonzalo García Pelayo), y una lucha constante de superación (para sobrevivir a más de dos décadas de matrimonio tóxico con Pepe Sancho).
“Pepe fue el mayor error de mi vida, aunque yo no lo sabía”, relató frente a la cámara la artista, que a los 30 años conoció al atractivo actor valenciano, famoso por su papel en la serie de televisión Curro Jiménez, mientras los dos se encontraban de promoción. En junio de 1980 se casaron por primera vez, y tres años más tarde, tuvieron a su hijo Alejandro. “Yo entonces estaba muy enamorada, pero el amor se me fue quitando a base de palizas, patadas y puñetazos en la cara [...]. No me mató porque no era mi hora. Bajo mi punto de vista, era un psicópata”, llegó a decir sobre un hombre que la colmó de abusos, promesas de cambio e infidelidades.
En sus memorias, tituladas 'Calla canalla', Jiménez dijo que abrió los ojos después de que su hijo le confesase que había estado en el despacho de su padre, en el que entró sin llamar al llevar las llaves, y que le había pillado con una señora en el dormitorio: “Ya no podía inventarme nada para seguir engañándome, y yo decidí terminar con todo. Era necesario que nos separásemos, porque yo sabía que no podría olvidar una jugada tan sucia, que nunca más podría fiarme de esa persona: si me había engañado durante un año, podía haber estado haciéndolo toda la vida. Nunca imaginé la vida sin Pepe, pero tampoco pensé que podría caer tan bajo; en mi propia casa, en mi cama y entre mis sábanas”.
Se acabó
Corría el año 2002, el mismo en que la cantante publicó un disco con versiones de Sabina que supuso su renacer artístico. Después contó a distintos medios lo que había vivido y denunció a Sancho por malos tratos, algo que desató una guerra sin cuartel en la que el actor, que en 2006 se casó con la escritora Reyes Monforte, contraatacó con otra demanda por vulnerar su derecho al honor.
Cuentan que el valenciano recurrió con frecuencia al insulto, el chantaje emocional y la manipulación. Según la artista, la gota que colmó el vaso fue el día que Sancho cogió a su hijo Alejandro “y, con la excusa de que su abuela estaba muy enferma, se lo llevó a un notario de Valencia para que se pusiera de su lado. Le dijo que si no lo hacía yo lo metería en la cárcel. Mi hijo firmó, pero me llamó por teléfono llorando. Le dije que no se preocupara, que iríamos a otro notario y lo revocaríamos. Entonces dejó de hablar a su hijo. No lo volvió a ver”.
Como era de esperar, Alejandro lo pasó muy mal con todo aquello. "Durante este tiempo he sufrido por él, sé lo que es estar entre la espada y la pared", relató la artista al respecto. "Así he vivido durante años, volando como una pluma de un lado a otro, entre el niño y el padre sin saber qué hacer. Alejandro es lo mejor que me ha pasado en la vida; es noble, humilde, cariñoso y sensible. Cuando le veo reírse con su carcajada transparente y limpia, me siento compensada por todo".
Mediación infructuosa
El muchacho se posicionó del lado de su madre, aunque durante el juicio explicó que se había sentido coaccionado en la pelea tanto por ella como por su padre. En octubre de 2009, el juez dictaminó que no había "pruebas suficientes que demuestren los hechos denunciados" por María Jiménez, pero reconoció que la artista había sido una mujer maltratada durante su matrimonio. "Ha prescrito, por eso no le han sentenciado", aclaró ella a los periodistas que le preguntaron por el asunto.
La pareja de Alejandro y madre de sus dos retoños, Danae, intentó que padre e hijo acercaran posturas cuando el estado de salud del actor empeoró, pero la reconciliación nunca se llegó a producir. De hecho, Alejandro se enteró de su muerte, ocurrida en marzo de 2013, por televisión (y aun así, quiso estar presente en la cremación de su cuerpo). “Ahora no tengo sentimiento de odio hacia él por el rechazo que me hizo a mí personalmente”, explicó en una de las pocas entrevistas que ha concedido. “Tendría ganas de ir y que me explicase por qué hizo eso en esa época. A veces tengo sueños en los que hablo con él y viene en son de paz, como que no ha muerto. Tengo un trauma”.
En los últimos años, Alejandro estuvo muy pendiente de Jiménez, quien desde su separación cambió los conciertos y el ritmo frenético del día a día por una vida mucho más apacible en su casa de Chiclana de la Frontera (Cádiz). Quedó en estado de shock cuando el pasado mes de septiembre la intérprete de 'Se acabó' murió víctima de un cáncer de pulmón del que pocos estaban al tanto. Como heredero universal del patrimonio de su adorada madre, Alejandro gestiona hoy los derechos de imagen de la artista y forma parte de la fundación que la susodicha creó para dar apoyo a las mujeres víctimas de violencia de género y al colectivo LGTBI.