Ágatha Ruiz de la Prada trata de recomponer el vuelco que ha sufrido su vida, después de que su marido, Pedro J. Ramírez le pidiese el divorcio, tras treinta años de matrimonio. No lo está pasando bien, pero cuenta con el apoyo de sus hijos. “Tristán me está apoyando una barbaridad”, confesaba la diseñadora, que acaba de presentar una nueva colección de ropa de cama.
El trabajo es ahora su mayor antídoto. “En la época de mi madre, que no trabajaba, estas cosas eran durísimas, porque el disgusto duraba treinta años. Pero el trabajo me está ayudando muchísimo”.
Ágatha acaba de llegar de Colombia, donde acaba de abrir una tienda nueva. El viaje no ha sido grato. “He pasado unos días complicados. Estando allí me enteré de cosas que no me han gustado nada”, contaba con pesar.
La diseñadora compara el divorcio con una enfermedad. “Estas cosas son muy difíciles. Es como una enfermedad, todo el mundo lo sabe”, confiesa. Sin embargo, confiesa que las noticias sobre la nueva vida de Pedro J. las ha recibido bien acompañada. “La suerte que he tenido es que me ha cogido en casa de una íntima amiga, Noemí Sanin, exembajadora de Colombia en España, en lugar de estar sola en un hotel”.
Aunque trata de sobrellevar el mal trago, asegura que habría preferido que su ex marido hubiese esperado más tiempo para hacer pública su nueva relación. “Sí, lo habría preferido, pero, en fin”, comenta resignada.
Ella no quiere hablar de cómo anda su corazón, pero asegura que tendrán un divorcio amistoso, pero “no, no seremos amigos”, dice.
La semana pasada, su ya expareja, el periodista y director de El Español, Pedro J. Ramírez, posaba ante los medios con su actual novia, la abogada Cruz Sánchez de Lara, que forma parte de Consejo de Administración de periódico digital.