Alrededor de 400.000 euros. Esa es la contundente y abultada cifra que cuesta a RTVE participar cada año en Eurovisión, partida que se conoce gracias a que el Tribunal Supremo obligara al ente público a difundir su presupuesto. Y ese es el coste que rondará la actuación de Alfred y Amaia en el certamen. La pregunta que sobrevuela siempre que se acerca el festival es: ¿sigue valiendo la pena y está justificado este enorme desembolso anual? Dada la espectacular audiencia que lo respalda en cada edición la respuesta es afirmativa.
Y es que, sin miedo a equivocarnos, Eurovisión se ha convertido a lo largo de su historia en el espectáculo (no deportivo) que más expectación despierta. Para bien o para mal, pues también es una de las emisiones televisivas que más controversia genera, no solo por su elevado coste, sino por la elección de los representantes o los recelos que genera la votación final, sobre la que pesan sospechas de tongo, un año tras otro.
Amaia y Alfred, que van directos a la final sin pasar por las fases clasificatorias, tienen que estar tranquilo al respecto de esta polémica. Principalmente, porque no son responsables, pero también porque es un tema recurrente con el Día-D a la vuelta de la esquina.
¿Cómo se justifica que suba tanto la 'cuenta' de Eurovisión a TVE? ¿A dónde va todo ese gasto y quién lo cobra? El presupuesto de Eurovisión básicamente se divide en dos partidas que hacen que el coste oscile al alza o no: los derechos de emisión (que se pagan a la Unión Europea de Radiodifusión y corresponde más o menos a la mitad del total) y los gastos de producción del canal, donde va a parar todo lo que tiene que ver con salarios, dietas y desplazamientos, invitados...
En términos de récord en coste y audiencia existe un nombre propio: Rosa López. 2002, el año en el que representó a nuestro país con 'Europe's living a celebration', el desembolso fue nada más y nada menos que de 12.755.000 euros. E igual de mareantes fueron sus datos de audiencia: 80'4%.