La princesa del pop cumple 41 años y lo hace vislumbrando la plenitud. Esa felicidad por la que tanto ha luchado. Y es que Britney Spears pasó de 2008 a 2021 sin tener absolutamente ninguna capacidad de decidir por sí misma. La mujer que facturaba millones de dólares al año, debía pedirle cinco ‘pavos’ a su padre si quería comprarse un café. Hasta ese punto llegaba la restrictiva tutela legal a la que se vio sometida.
Más que un tutor, James Spears ejerció como un carcelero para su hija Britney, su gallina de los huevos de oro. Después de que 2007 fuese un año aciago para esta madre de dos hijos, en el que se sucedieron los escándalos debido a la ansiedad y el estrés a los que hacía frente, la corte de Los Ángeles decidió que a partir de 2008 la mujer que más shows realizaba en Estados Unidos no era una adulta funcional y debía tener alguien decidiendo por ella. Ella dirigía sus shows, montaba coreografías, cantaba, bailaba sin descanso y entrenaba infinitas horas al día; pero no podía reunirse a solas con sus hijos.
Le arrebataron lo que más quería, sus pequeños. A pesar de haberse dedicado al mundo del espectáculo desde que era niña, lo que más había ambicionado desde que actúala en el Club Disney estadounidense, era ser madre. Al lado de Kevin Federline hizo realidad ese sueño, pero cuando tocó fondo en 2007 este se volvió en su contra. Al igual que lo hizo todo su entorno y la industria, que la ridiculizaba sin descanso y la menospreciaba.
Los chistes se sucedían. Los titulares que remarcaban que había ganado peso o que llevaba mal colocadas las extensiones que se tuvo que poner tras raparse la cabeza (y querer romper el juguete de su padre, ella misma); eran diarios. Britney Spears fue considerada un hazmereír, un meme andante. Nadie sabía lo que estaba pasando. el calvario con el que lidiaba cada día en su mansión de California. Una auténtica jaula de oro.
Trece años de 'secuestro'
Altamente medicada para rendir más, para pensar menos, para ser más dócil; las pastillas eran su primer plato, su segundo y su postre. Lo curioso de todos estos años de tutelaje legal es que mientras que Britney Spears no podía decidir si podía tener más hijos (su padre le obligó a instalarse un DIU porque el “equipo no quería que tuviera más descendencia”) no paraba de trabajar. Tuvo uno de los shows que más recaudaron en Las Vegas durante varios años, fue jurado en diversos programas de talentos y continuó haciendo música. Tenía la agenda llena llena de compromisos profesionales, pero no podía tomar una decisión tan sencilla como poder realizar una escapada de fin de semana con su pareja.
Porque Britney, romántica empedernida, se enamoró de nuevo. A pesar de que le habían roto el corazón en incontables ocasiones y que los hombres de su vida parecían destinados a decepcionarla una y otra vez, la de ‘Toxic’ conoció a un chico con el que deseaba compartir el resto de su vida. Y hacerlo en libertad, claro. Él es Sam Asghari, y, en una de las vistas legales en las que imploraba por su libertad ante el juez, ella repetía que lo único que deseaba era poder casarse y tener más hijos.
“Quiero mi vida de vuelta”, le dijo al juez, al mismo que le pidió que su padre y absolutamente toda la gerencia que controló su dinero y sus contratos merecían la cárcel. “No estoy feliz. No puedo dormir. Estoy deprimida y traumatizada. Quiero terminar con esta tutela que me hace más daño que bien. Merezco tener una vida, he trabajado toda mi vida. Merezco tener un descanso”.
Se inició un movimiento global que pedía a gritos la liberación de Britney Spears. Ella, mientras, en el salón de su mansión, giraba y giraba; bailando un tema del pasado. Y lo subía a Instagram, donde únicamente podía ser ella. La presión mediática fue a más. El caso de la diva ya no podía seguir ignorándose y en otoño del 2021 lo logró: con 40 años, recuperaba su vida.
Un año en libertad
En estos 14 meses, Britney Spears se ha bebido la vida a sorbos enormes. Ha querido condensar absolutamente todo lo que se había perdido a lo largo de su treintena. No ha parado de viajar, de comprar, de hacerse fotos desnuda y de disfrutar de su cuerpo. Se ha relajado. Ha tenido ese ‘parón’ laboral que suplicaba. Se ha casado. Y testigos de su boda fueron grandes amigas de su pasado más fiestero como Paris Hilton, otras divazas como Madonna y también juguetes rotos y abusados por la industria, como Drew Barrymore. También se quedó embarazada. Anunció la feliz noticia en abril de este año, ilusionada, repleta de felicidad. Y tan solo cuatro semanas más tarde emitía un doloroso comunicado: el corazón del bebé no emitía latido, había fallecido. Un embarazo que no llegó a término y que le rompió, un poco más, su ya maltrecho corazón. Se distanció de sus hijos mayores, y expuso lo sumamente crueles que habían sido con ella. “Tú y tu hermano siempre me dejabais en casa dos horas antes de lo acordado. No era suficientemente buena si no los llenaba de regalos, tenía la comida lista y actuaba como una maldita santa. Les dije que quería verlos más, llamaron a su papá y nunca más los volví a ver. No hice nada malo. Sé que no soy perfecta”.
Y no necesita serlo. Tan solo necesita ser Britney. Y que se lo permitan, claro.