Si asumes demasiado trabajo, duermes pocas horas y comes mal, tarde o temprano tu cuerpo empezará a mostrar signos de cansancio. Y esto es fácil que pase tras las vacaciones porque tus horarios están alterados y la vuelta a la rutina supone un estrés a veces inevitable. Normalmente basta con descansar y hacer unos ajustes en tus costumbres para que todo vuelva a la normalidad. Hazlo en 5 pasos:
- No trasnoches. No solo es importante dormir un mínimo de horas sino que hay que mantener una estabilidad en los horarios. Los cambios desajustan tu reloj biológico, favorecen el insomnio y producen agotamiento. Procura no dormir más de la cuenta el fin de semana. Las horas de sueño perdidas no se recuperan por más que duermas mucho durante el fin de semana. Al contrario, rompen el ritmo sueño-vigilia y acaban provocando más cansancio. El "cómo" duermes también importa. En la oscuridad de la noche segregas melatonina, la hormona que garantiza el descanso. Por eso, evita la luz y el ruido y procura que la temperatura de la estancia se sitúe entre 18 y 21º. Aleja el despertador. No es bueno estar constantemente controlando cuánto tardas en dormirte o el tiempo que falta para que suene la alarma. Esta hipervigilancia mantiene al cerebro alerta. Asimismo, no uses el móvil como despertador, sus campos electromagnéticos impiden que tengas un descanso profundo; ni tele, ni ordenador ni tabletas antes de acostarte, estos aparatos emiten una luz fuerte que altera la segregación de melatonina y retrasa la conciliación del sueño.
- No te presiones demasiado. Date un tiempo para volver a la normalidad. Septiembre y octubre son los meses en los que suelen reanudarse muchas actividades que acabaron antes del verano. Viene a ser como el inicio de curso también para los adultos. Date tu tiempo y recupera todo aquello que hacías antes (las clases en el gimnasio, aquel curso de cocina...) de forma gradual. Intenta ver la botella medio llena. Los expertos creen que el síndrome postvacacional no existiría si no se viera la vuelta a la rutina como algo negativo. Ese "regreso" requiere un proceso de adaptación a cambios de horarios y obligaciones que pueden provocar estrés, pero si enfocas la vuelta con ilusión, como algo nuevo, lo sobrellevarás mejor.
- Estimúlate tomando el sol. Aprovecha para ir caminado al trabajo o siéntate a tomar el café al mediodía en una terraza. La exposición a los rayos del sol aumenta tus niveles de serotonina y de vitamina D (una barrera contra la debilidad) y mejora tu inmunidad al aumentar el número de glóbulos blancos. Además, practicar deporte multiplica tu energía ya que hace que segregues más endorfinas, que aportan sensación de bienestar. También te ayuda a deshacerte de toxinas, con lo que te sientes más ligera. Elige el ejercicio que más te motive. Caminar a paso ligero es muy aconsejable para empezar.
- Alterna duchas calientes y frías. Este gesto tan sencillo es uno de los más eficaces para estimular la circulación sanguínea, con lo que te sientes menos pesada, y para que el cuerpo se acostumbre a los cambios de temperatura. Hazlo por la mañana procurando terminar siempre con agua fría e insistiendo en las piernas. Te activará.
- Aprende a tener una actitud más positiva. Afronta los problemas. Los sentimientos de tristeza, preocupación y enfado se llevan gran parte de nuestra energía diaria. Es mejor afrontar los problemas que se puedan resolver y tolerar los que no tienen solución. También puedes practicar la relajación: cada vez que te sientas tensa, realiza 10 respiraciones lentas y profundas, inspirando por la nariz y espirando lentamente por la boca. Mientras lo hagas piensa solo en la respiración y así liberarás la mente.