La vida del aristócrata Rafael de Medina Fernández de Córdoba, duque de Feria y grande de España, cayó en picado tras su separación en 1988 de Naty Abascal (80 años), de cuyo matrimonio nacieron Rafael y Luis. La otrora cotizada modelo, que hoy día ejerce de estilista de moda e icono de elegancia, se seguiría dejando ver en los ambientes más selectos de Madrid, mientras que el duque se convirtió en cliente habitual de algunos de los clubs de ambiente más sórdidos de Sevilla. Los reporteros que seguían sus andanzas en la capital hispalense, donde a menudo consumía cocaína e iba acompañado de prostitutas, retrataron varias veces su aspecto demacrado, y muchos consumidores de prensa del colorín llegaron a pensar que el hijo de los duques de Medinaceli estaba gravemente enfermo.
Sus líos con la justicia comenzaron en 1990, cuando varias prostitutas del local El Payaso le acusaron de haber pagado sus servicios con droga. "En aquel momento se consiguió acallar el escándalo, por haber sido el inspector jefe J.R. quien le detuvo, un alto cargo de la policía que poco después estuvo acusado por un asunto de mafia policial que utilizaba el robo, la tortura y los trapicheos con drogas en sus actuaciones, aunque el caso fue archivado por el juez por falta de pruebas", cuenta la periodista María Eugenia Yagüe en su último libro 'Los Medinaceli. Nobleza y escándalos'.
La bajada a los infiernos del duque de Feria
Pero el duque de Feria tocó realmente fondo en marzo de 1993, fecha en la que fue acusado del rapto de una niña de cinco años y de tráfico de drogas e ingresó en la prisión provincial Sevilla 1, por orden del juez de turno. Le acompañaron en la cárcel sus tres cómplices: Sandra Álvarez, que entonces contaba diecisiete años; Isabel Saltares, toxicómana y tía de la niña raptada; y Mercedes Almeida, también adicta a las drogas, a quien el duque consideraba su secretaria.
La investigación policial apuntó que la pequeña Ana María jugaba con su hermana en una plazuela situada frente a su casa cuando, inesperadamente, apareció allí Sandra Álvarez. Con el pretexto de ofrecerle caramelos, aquella chica joven se llevó del brazo a la niña y la subió a un taxi para llevarla hasta el interior de un lujoso edificio en la plaza López Pintado. Como la cría no paró de gritar durante el trayecto, su secuestradora intentó callarla pegándole manotazos en la cabeza.
La madre de la pequeña, Flora Trabajo, denunció los hechos en comisaría, donde también acudió un taxista para alertar de la extraña actitud de su última pasajera. La policía movilizó a un importante contingente de efectivos y no tardó en encontrar al duque de Feria. "Según el testimonio de la niña", explica Yagüe, "una vez en el apartamento del duque, Medina la había desnudado, bañado y sacado fotografías con una cámara Instamatic. En todo caso, la investigación y los exámenes que se le practicaron a Ana María y otras menores que pasaron por el apartamento de Rafael Medina demostraron que no se había abusado sexualmente de las niñas".
El movimiento de Naty Abascal ante el escándalo
Tan solo el hermano mayor del duque, Luis de Medina, marqués de Santisteban, se interesó por su suerte. Su ex Naty, dispuesta a proteger a sus dos hijos adolescentes, los sacó del internado en el que se encontraban estudiando y los mandó a Estados Unidos, donde por lo visto vivieron en casa de Óscar de la Renta. "En esa penosa situación", apunta Yagüe, "Naty Abascal demandó a su ex marido por el impago de las pensiones que les debía a ella y a sus hijos [...]. Naty le reclamaba a su ex marido, nada menos que sesenta y ocho millones de pesetas, por el tema de las pensiones y como indemnización por los daños sufridos por sus hijos. Al final solo recibió 100.000 pesetas".
Naty contó su tristeza en la revista ¡Hola!, donde apuntó que “Rafael es el padre de mis hijos, y estos días he pasado de decir ‘es imposible’ a desear que me tragara la tierra”. Una joven aspirante a modelo que decía ser amiga del aristócrata acudió a un espacio televisivo presentado por Nieves Herrero para defenderle a capa y espada. Tampoco se quedó callada Flora, que en el programa 'La máquina de la verdad', emitido en Telecinco, comentó que su marido estaba en la misma cárcel en la que se encontraba el duque, cumpliendo condena por robo y tráfico de drogas, y que ella misma estaba a punto de ir a chirona por un asunto de trapicheo.
El caso adquirió una nueva dimensión cuando una serie de fotos en las que aparecía el duque en compañía de varias jovencitas acabaron publicadas en la revista 'Interviú', lo que sirvió para que al gaditano se le acusara de un nuevo delito de corrupción de menores. Según los psiquiatras que exploraron al duque durante el juicio y a su ingreso en prisión, este poseía una personalidad inestable. “Es narcisista, manipulador de los demás, inmaduro, amante de lo prohibido, incapaz de mantener una relación con una mujer adulta y explotador de la gente”, llegaron a decir de él.
Finalmente, en el mes de marzo de 1994, el aristócrata fue condenado por la Audiencia Provincial de Sevilla a dieciocho años de cárcel, aunque el susodicho recurrió la sentencia ante el Supremo, que rebajó la pena a nueve años. En mayo de 1998 logró salir de la cárcel en libertad condicional, pero ya no volvió a levantar cabeza. Al poco tiempo, bastante abatido y depresivo, tuvo que ser hospitalizado tras intentar quitarse la vida cortándose las venas. El portero del palacio sevillano Casa Pilatos en el que vivía el duque lo encontró muerto en agosto de 2001, a los 58 años, cuando le llevaba la prensa a su habitación. Su familia nunca ha querido hablar de suicidio, pero no es un secreto que falleció por una sobredosis de barbitúricos.