¿Y si me toca el Gordo de la Lotería?

Terelu Campos

Presentadora, colaboradora televisiva, bloguera y actriz

Actualizado a 22 de diciembre de 2022, 06:30

Volver

Hablando de regalos. La pasada semana fue agotadora de trabajo y de celebraciones porque ya estamos en navidades. Uno de los pocos motivos por los que me gustan estas fechas es porque celebramos la cena de ‘Las chicas de los jueves’, ese grupo de amigas mías de las que tantas veces os he hablado. Celebramos el amigo invisible. Siempre ponemos un tope de dinero y ahí es donde empiezan nuestros piques porque, normalmente, gastamos más de lo que hemos pactado. Siempre digo: “Chicas, no tengo coche ni sé conducir. Si me planteo ir a un sitio a comprar el regalo lejos de mi casa me cuesta un dinero desplazarme y comprar el regalo. Y si tengo que ir varios días a buscarlo por muchos sitios me sale por un pico”. Al final, he conseguido que entiendan mi razonamiento. Eso no significa que yo me salte lo pactado a mi libre albedrío, pero si me paso diez euros me compensa. Este año me ha tocado regalarle a Concha, mi amiga del alma de Málaga, que ha venido a Madrid a pasar unos días conmigo. Tengo que darle las gracias a mi amigo Noel, del restaurante Papúa, que tuvo el buen tino de lidiar con quince mujeres la noche de la celebración. No nos bastó con la cena y nos vinimos arriba. Nos marchamos a echarnos unos bailes a Caro, la discoteca donde trabaja mi hija, Alejandra. Fue una noche bonita y especial excepto por los problemas que tuvimos para volver a casa. Menos mal que yo tengo a mi Carlos que me trae y me lleva siempre. Algunas de mis amigas tuvieron que compartir taxi con gente que no conocían de nada para poder volver. Eso es maravilloso. ¿Quién no ha tenido un momento de apuro y ha tenido que hacer eso? Esto me recuerda a muchos momentos de mi vida. Cuando llegué a mi casa, como soy Drácula, me quedé hablando con Concha en el salón hasta las tantas de la madrugada. Así que aquí estoy, reventada, escribiéndoos estas líneas.

Aunque no lo creáis, el rato que estoy frente a estas páginas en blanco contándoos mis vivencias me relaja porque este año, una vez más, me he estresado comprando la lotería de Navidad. Me vuelvo un poco loca, para ser sincera. Soy maniática de tener el número de todos los sitios a los que voy habitualmente: la carnicería, la pescadería, mi trabajo, los números que juegan mis amigos en sus empresas... A un día del sorteo todavía estoy comprando lotería. ¡Es terrible! Mi hija me mira y me dice: “Mamá, madre mía, estás loca”. Yo empiezo comprando décimos en verano cuando voy a Málaga, pero cuando mi amiga viene le pido que me compre uno en la estación María Zambrano. Antes de venirme a Madrid, después de las vacaciones, me paré donde compro los salchichones que tanto me gustan para tener el décimo de allí también. Como alguien hable de algún número delante de mí me pongo tan nerviosa que le pido que me compre otro décimo para mí. No voy a decir que me gustaría que no me tocara porque idiota no soy. Reconozco que cuando el premio cae en personas que están en una situación crítica me parece lo justo.

Eso debería alegrarnos a todos. Cuando vemos en las noticias el rostro de esas personas es un poco de felicidad la que nos llevamos cada uno. Como os conozco, sé que os estaréis preguntando: “¿Qué haría Terelu si le tocara el gordo?”. Lo tengo claro, ayudaría a mi hija a dar una entrada para que se comprara un piso. Lo demás, lo guardaría para que a mi madre no le faltara de nada. Mi padre jugó el mismo número durante toda su vida. Años después de su fallecimiento, he conseguido ese número cada año gracias a mi amigo Juan Carlos Begara. Llevo 18 años jugándolo. A mi padre no le tocó nada en la vida. Espero que a mí al menos me toque la pedrea. ¡Que la suerte nos acompañe mañana!

Rechazar y suscribirse

Si quieres actualizar tus preferencias de consentimiento haz click en el siguiente enlace