Vale, está bien que lleve a sus parejas a la Semana Santa de Málaga y que intente explicarles el sentido profundo de estas costumbres tan difíciles de entender. Es bonito que usted se esfuerce y que lo haga tan bien que ellas, al final, se conviertan en devotas ejemplares.
Sí, pero…
A ver, don Antonio ¿y cuando usted les da la patada, hablando en plata? ¿Entonces qué? ¿Qué hacen ellas con ese fervor tan acendrado? ¿Es que usted pretende que la gran Melanie contrate unos cofrades de atrezzo y organice una procesión en el jardín de su casa de Malibú para quitarse el mono? No, don Antonio, ese no es el camino y voy a darle un consejo: déjelas a su aire y que mientras usted esté procesionando, ellas se vayan a la playa o al bingo. Dése usted cuenta de que, con la mejor intención, está creando monstruos.