Hombre, lo de los músicos de los coros del ejército ruso no es que se muera uno, ¡es que se mueren 64 de golpe en un accidente de avión y no salen ni en una miserable lista de los artistas caídos en el 2016! Pues yo les voy a contar algo que seguramente desconocen. ¿Quién es una de las principales admiradoras de estos coros? ¡La reina Sofía! Cuando actuaron en España por primera vez, aún vivía Franco y en la sala medio vacía del teatro Monumental se instalaron doña Sofía y las infantas, después de pagar a tocateja en taquilla, como unas ciudadanas cualquiera. Al final del espectáculo, el director se asomó al proscenio y, no muy puesto en el tema protocolario, le pidió a Sofía y a sus hijas que subieran a saludar. Sofía dudó, pero le pareció que sería una descortesía negarse y se encaramó al escenario con Cristina y Elena. Las tuvieron que aupar porque la altura era considerable. Sonaron cuatro aplausos. Las infantas hicieron reverencias como si fueran actrices, y la madre soltó unas palabrejas que no entendió ni Dios. Quien me lo contó –un ministro de Franco–, me dijo que luego se lo había chivado al Caudillo, que “se limitó a sonreír paternalmente como si le hiciera mucha gracia”.