Sí, pero
Letizia. Le cuesta ser natural. En las fotos parece usted estirada y, por tener las cejas altas, es como si nos mirara a todos por encima del hombro, lo que le ha ganado fama de soberbia y antipática. No pronuncia palabra, limitándose a asentir a las opiniones de su marido o de otros, por lo que la llamamos florero, fría y cosas peores… Todos le pedimos que cambie. Cambiar, sí, pero…
¿Y si soltara risotadas en plan Máxima de Holanda, por ejemplo? No diríamos horrorizados, ¿a qué viene a reírse así con la que está cayendo? Y si fuera dicharachera, ¿no comentaríamos venenosamente, mírala, en plan campechano, imitando al suegro? Si tomara la iniciativa, arrugaríamos la nariz porque el monarca es Felipe, si besara y abrazara, soltaríamos con altivez, ¡se nota que es nieta de un taxista! No, Letizia, es mejor quedarse así, pasar por sosa y aburrida y que a los españoles los divierta su padre.