Pilar Eyre

Pilar Eyre

Mette-Marit
GTRES

“Jaque a la monarquía noruega”

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Pilar Eyre

Periodista y escritora

Noruega e Inglaterra. Una es la monarquía más moderna de Europa, la otra la mas antigua. Una es la más rica, y la otra la más poderosa. Una lucha contra las sospechas de corrupción y la otra contra las enfermedades. Separados por mil quinientos kilómetros de distancia, ambos países ven cómo se tambalean los cimientos de sus familias reales, que hasta ahora parecían indestructibles. Noruega está en shock. Desde el 4 de agosto. Ese día la policía comunicó que Marius Borg, el hijastro del heredero de la corona, el hijo de Mette-Marit al que todos vimos crecer desde los brazos de su madre el día de la boda hasta ese joven vikingo de aspecto arrogante que seguía apareciendo en las fotos oficiales, era un delincuente violento.

Había amenazado, agredido y abusado de su exnovia y había destrozado su casa y la de su madre. Y, como pasa en estos casos, al hacerse público este hecho, dos muchachas más se atrevieron a denunciar conductas de violencia de género continuadas por parte de Marius. Y entonces se abrió la caja de Pandora y empezaron a aparecer noticias escandalosas sobre el chico: que, en dos años, se había gastado dos millones de euros de la asignación oficial de sus padres en juergas, drogas y prostitutas. Que celebraba fiestas en los recintos reales y él y sus invitados robaban cuadros y objetos que luego vendían a los anticuarios.

Que tenía contactos con redes de trata de blancas y el crimen organizado. Y todo esto lo realizaba con total impunidad ya que, según se jactaba, su familia había amordazado a la prensa y nada se podía publicar. Hasta que la policía, harta, fue la que emitió directamente un comunicado para que nadie pudiera censurar sus informaciones. Marius respondió con una carta en la que atribuía su comportamiento a su adicción a las drogas y sus problemas mentales. Su padrastro lo acompañó a Inglaterra, a un centro de desintoxicación, del que no tardó en escaparse para cometer nuevos delitos, saltarse una orden de alejamiento, conducir temerariamente sin carnet y darle una paliza a un hombre, por lo que fue detenido. También se supo que una de las mujeres que lo había denunciado estaba inconsciente en el momento de la violación. 

Una realeza en declive

Lo peor de todo es que su madre y su padrastro han sido cómplices en sus delitos. Censuraron la prensa con mano de hierro, le proporcionaron gran- des cantidades de dinero de su asignación oficial y Mette-Marit se ha entrevistado a lo largo de los años con víctimas de su hijo para pedirles que no lo denunciasen, se supone que a cambio de una compensación económica. También lo avisó de que iba a ser detenido y ella personalmente limpió su casa de todas las pruebas incriminatorias antes de que fuera la policía.

Ahora se explican las enfermedades de Mette-Marit, sus frecuentes ausencias, y también que el rey se resista a abdicar. Harald, de 87 años, que fue novio de nuestra reina Sofía y del que me dijo el historiador Juan Balansó que era uno de los hombres más tontos que había conocido, tuvo hace poco su Bostwana particular. Enfermó de gravedad en una isla paradisíaca de Malasia, un viaje privado del que nadie sabía nada, que se destapó porque el gobierno tuvo que contratar un avión medicalizado que costó 200.000 euros.

Noruega es el segundo país más rico del mundo pero también es muy austero e igualitario. Harald, llamado el jeque blanco, no paga impuestos y tiene otros privilegios que ahora se critican abiertamente. Y en estos momentos la Izquierda Socialista, una agrupación siempre preterida, está tomando posiciones y sacando pecho, lo que obligará al Partido Laborista, hasta ahora neutral, a cuestionar el actual régimen político. En el caso de celebrarse un referéndum, es posible que el pueblo vote república. Al fin y al cabo, la familia real noruega tiene poco más de un siglo y a los ciudadanos no les costaría nada deshacerse de Harald, su hija Marta Luisa, su pintoresco marido el chamán, Haakon, Marius y toda la pesca.

La soledad de Carlos

¡Inglaterra! Desde que murió la reina Isabel el pájaro del infortunio en forma de enfermedad se ha cernido sobre la familia. La cabeza de la institución tiene cáncer, la futura reina también y la actual tiene una neumonía que no acaba de curarse. Los Windsor forman hoy un grupo humano en caída libre que se esfuerzan por disimular, pero no logran engañar a nadie. La situación cristalizó el pasado viernes en el concierto organizado por la ONG Variety. Normalmente a este acto festivo y glamuroso van los príncipes de Gales, pero este año causaron baja por la enfermedad de Kate, así pues se decidió que lo presidieran los reyes.

Pero Camila, que había afirmado estar repuesta de una neumonía que la había apartada de los actos públicos, recayó y sus médicos comunicaron que debía permanecer en cama ya que tenía los pulmones afectados. La expresión de Carlos, llegando en solitario al Albert Hall, era un poema. Para animar su envejecido semblante lo habían maquillado y los polvos mal aplicados y los labios pintados de rojo resultaban patéticos. Con valentía intentaba departir con Elton John y los demás artistas y sus risas eran interrumpidas por toses. En ese esfuerzo que está realizando para representar dignamente la institución, Carlos no se ve apoyado por su hijo. Parece que a Guillermo no le atrae ser el futuro rey. Varias veces ha manifestado que su familia está ante todo y en las ceremonias oficiales se le ve incómodo, con expresión torturada y profundamente triste. 

La monarquía inglesa está perdiendo su magia a pasos agigantados. El único miembro carismático está expulsado de la familia y vive en América y ahora solo quedan para sostener el tinglado dos reyes viejos y achacosos, una princesa heredera gravemente enferma y un heredero con el alma quebrantada. Hablo con un corresponsal amigo mío y me ofrece un dato estremecedor: en las casas de apuestas ya se está jugando para adivinar cuál de ellos romperá primero la cuerda.