La misteriosa desaparición del joven que se mezcló con neonazis

Mayka Navarro

Periodista especializada en sucesos y en ‘true crime’

Actualizado a 26 de septiembre de 2023, 20:40

Getty
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La mejor noticia para los familiares de un desaparecido es la que arroja luz al misterio. Mientras tanto, alivia saber de primera mano que los investigadores que van tras su rastro están haciendo gestiones, mirando, escuchando, cotejando, analizando... trabajando en rehacer los pasos hasta armar esa secuencia que les ayude a entender qué ocurrió el día de la desaparición. Eso es justo lo que transmite Isidro Molina cada vez que se le pregunta por la búsqueda de su hijo Paco. Desapareció el 2 de julio del 2015 en Córdoba cuando solo tenía 16 años. “Un niño que apenas salía de casa. Se había pasado aquel verano con pantalones de camuflaje y justo esa tarde se arregló para salir a la calle. Una bermuda vaquera y un polo blanco con la bandera de España en el ribete de las mangas, llevaba”. Rosa, su madre, se asomó a la ventana para ver con quién se iba porque habían tocado al timbre. “Mamá, que me voy”, le dijo. Eran las siete de la tarde. Fue la última vez que lo vio.

Dos líneas de investigación

El caso tuvo un inicio aciago por parte de los primeros investigadores de Córdoba. Unos días después, un testigo aseguró haber visto a Paco en la estación de autobuses de Córdoba subiendo a un autocar que iba a Madrid. Las imágenes que obtuvo la Policía solo recogen los dos andenes de embarques de ese día en dirección a la capital, a las 16.30 y a las 18.15 horas. En uno de los andenes sí se ve a los pasajeros; en el otro no, porque el sistema de vigilancia controlado por un operador se movía de un andén al otro. Las imágenes de las cámaras de seguridad que enfocan la entrada y salida a la estación no fueron solicitadas y se destruyeron.

El caso pasó después a manos de la sección de homicidios y desaparecidos de la unidad central de delincuencia especializada y violenta de la Policía Nacional, que ocho años después ha conseguido acotar al menos dos líneas sólidas de trabajo, tras descartar más de una decena. Ocho años en los que ni un solo día los padres han perdido la esperanza que ahora sigue más viva que nunca porque confían en que los últimos avances tecnológicos puedan brindar nuevas posibilidades para hallar alguna pista que dirija hasta el joven cordobés. Paco era entonces un crío que no había tenido ni tiempo de salir de casa. Había cambiado recientemente de amistades, dejando de lado a los amigos de toda la vida, los del colegio y el instituto, para rodearse de otras personas mucho más mayores que él y que le habían agriado el humor y el carácter. Parecía como si le hubieran “comido la cabeza”, han contado muchas veces los padres.

Vínculos extremistas

Dos meses antes de desaparecer y tras una dolorosa e incómoda operación de fístula que lo alejó dos meses de las aulas, Paco comunicó a sus padres que había decidido dejar de estudiar. La ilusión de su vida era ser militar y en eso pensaba concentrarse. Sentía pasión por todo lo militar, por la historia y por la política, hasta el punto de codearse con los grupos radicales de la extrema derecha de su ciudad, realizando incluso alguna escapada a Madrid para conocer de primera mano al grupo neonazi Hogar Social. Sus padres siempre han pasado de puntillas por los coqueteos de su hijo con los radicales de la extrema derecha, advirtiendo de que sus vinculaciones políticas no pueden distorsionar el hecho de que algo le tuvo que pasar aquella noche y asegurando que Paco era demasiado joven y tuvo poco tiempo para estar tan implicado en ese mundo como se ha asegurado en ocasiones.

El exnazi arrepentido David Saavedra habló con el periodista Jordi Évole sobre Paco Molina. Aseguró haber sido amigo del menor durante su estancia como militar en Córdoba, donde estuvo destinado en Cerro Muriano. Saavedra vivía cerca de la casa de los Molina y paseaba con un perro que llamó la atención al joven, y así empezaron a hablar. En su día los investigadores tomaron declaración hasta en dos ocasiones al militar. Y el padre llegó incluso a reunirse con él para preguntar si sabía algo de la desaparición de su hijo. Con Évole, el exnazi arrepentido aseguró que estuvo con Paco en varias ocasiones por las afinidades políticas que com- partían entonces, que quedó para correr con el joven la noche anterior a su desaparición y que esa fue la última vez que lo vio, porque ya no supo nada más hasta que lo llamaron la Policía y el padre para preguntar por el chaval. Durante estos años, la Policía Nacional ha trabajado en más de doscientos avistamientos de Paco y lo ha buscado en una decena de países, incluidos Iraq y Siria, por si había tenido la tentación como hicieron otros de trasladarse a combatir.

Rosa e Isidro han sufrido una doble tortura tristemente común en las familias de los desaparecidos que mantienen vivo el recuerdo de sus seres queridos en redes sociales y medios de comunicación. La familia ha sido víctima de extorsionadores y bromistas sin escrúpulos a los que les parecía divertido telefonearlos haciéndose pasar por Paco o pidiendo un rescate por su hijo. No dejaron pasar ni una y lograron que un juzgado de menores de Córdoba impusiera a dos menores una condena a nueve meses de tareas educativas y una indemnización de 350 euros por los daños morales que les provocaron. Los condenados, que tenían 16 y 17 años, llamaban reiteradamente a los padres asegurando que Paco estaba con ellos en Madrid. Una forma indigna de jugar con el dolor de unos padres que prácticamente viven para encontrarlo.

Un par de años antes, otro individuo indecente fue condenado a seis meses de cárcel y a una multa de 700 euros por el daño causado al hacer creer en tres llamadas que había conocido a Paco en Albacete, que estaba bien y que vivía en un local de alterne. En otra de las llamadas, un individuo solicitaba un rescate por Paco, al que aseguraba tener retenido. La Policía ubicó el teléfono en Colombia y comprobó que, como el resto, se trataba de una dolorosa farsa. Isidro y Rosa siguen pagando el móvil de su hijo por si llama. De vez en cuando, le envían mensajes. También tienen un apartado de Correos habilitado para recibir cualquier información: el 3011 de Córdoba.

Los padres confían muchísimo en la colaboración ciudadana. Durante este tiempo han recibido mucho material, aunque ninguno a día de hoy ha acabado aportando pistas sólidas, pero cualquier dato es de interés en una investigación tan compleja y duradera en el tiempo. La otra vía que la familia ha puesto en marcha para recibir cualquier información de interés es el número de teléfono 661471962. Más recientemente habilitaron el correo electrónico buscandoapacomolina@gmail.com para que los ciudadanos que realizaran fotografías en los días cercanos a la desaparición de Paco en el centro de la capital cordobesa o en la estación de autobús de Córdoba, donde un testigo aseguró haberle visto coger un autobús, o en Madrid, hacia donde se dirigía dicho vehículo, las envíen al correo. En su petición incluyen que se envíen imágenes de esos días del área de servicio del municipio cordobés de Pedro Abad, punto de parada de ese autobús al que presuntamente subió Paco Molina en su viaje de Córdoba a la capital.

El ruego de la familiar

Tan importante es esa colaboración ciudadana que la familia ha difundido recientemente una carta escrita en primera persona, como si fuera el mismo Paco Molina el que se dirige a cualquiera que pueda saber algo de su paradero. Les ruega que no tengan miedo de colaborar y apela directamente a sus conciencias. “A ti que sabes algo de lo que pasó, que tienes una pista de mi paradero, no esperes para mandar un anónimo. Tú que puedes, te suplico que ayudes a quienes me buscan”. En la carta, la familia agradece a todos aquellos que, solidariamente, se han volcado en la búsqueda. La familia de Paco Molina, a quien le cambió la vida hace ocho años, ha sentido el calor de muchas personas desde el principio, un apoyo que, sin duda, se hace necesario en esos días que, como ha descrito en más de una ocasión el padre, “te sientes perdido y ya no sabes muy bien ni lo que tienes que hacer”. El desconcierto les dura poco. Lo que no han dejado de hacer en estos ocho años, es buscarlo.

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