Marta telefoneó a su madre para despedirse. Antes lo hizo su marido, Ramón, que llamó a su padre, convencido de que sería la última vez que le diría lo mucho que le quería. La mujer, que hacía pocos días que había traído al mundo a su segundo hijo en un parto complicado del que se estaba recuperando, se mantuvo en línea con su madre hasta el último hilo de vida. La familia, el matrimonio y sus dos hijos de dos años y pocos días, murieron abrazados en el cuarto del baño de su piso de El Campanar, en Valencia, arrasado por las llamas el jueves 22 de febrero.
La rapidez del fuego
Diez personas, siete mujeres, un hombre y dos niños pequeños, además de medio centenar de animales, principalmente perros y gatos, murieron atrapados por las llamas en sus casas, convertidas en menos de una hora en un infierno. El fuego se inició a las 17.30 horas en el séptimo piso por causas desconocidas que tratará de determinar la Policía Nacional en el transcurso de una investigación que el juzgado de instrucción número 10 de Valencia ha decretado secreta. Los investigadores deberán concretar dónde y por qué se inició el incendio, y determinar por qué las llamas avanzaron descontroladamente por la totalidad de los dos edificios en menos de una hora. Una progresión vertiginosa que arrasó los dos bloques de 10 y 14 pisos de altura en los que se repartían las 134 viviendas en las que vivían más de 400 personas. Las reglas básicas de la estanqueidad y sectorización que impiden a las llamas saltar de piso en piso en un incendio en un bloque de viviendas se incumplieron en El Campanar. De ahí que el protocolo de evacuación que obliga a los bomberos a pedir a los vecinos que permanezcan confinados en sus casas, no solo no sirvió, sino que se convirtió en una trampa mortal.
Siguieron instrucciones
La joven familia del octavo obedeció las recomendaciones de los bomberos municipales de Valencia de permanecer en su piso, donde les aseguraron que no iban a correr peligro. Cuando se dieron cuenta, las llamas arrasaban los alrededores de su vivienda y optaron por permanecer juntos en el cuarto de baño, abrazados, hasta el final.
Fue una amiga de las víctimas la que decidió trasladar a los periodistas del diario Levante el testimonio de Marta y de Ramón, asegurando que así se lo habían pedido expresamente. El relato es estremecedor. Encoge el estómago y pone los pelos de punta imaginar el padecimiento que tuvieron que sufrir esas dos horas que la pareja permaneció en el baño con sus hijos pequeños, viendo que nadie acudía a rescatarles y que era imposible salir de allí.
"Os espero en el portal”
La amiga paseaba aquella tarde con su perro por los alrededores cuando vio el incendio que justo empezaba en la torre anexa y les telefoneó porque sabía que el hijo de dos años estaba resfriado y habían suspendido el paseo de las tardes. Marta le dijo que estaba preparando a los pequeños para salir porque se había enterado del fuego. “Os espero en el portal”, le dijo. A las 17.49 horas la amiga recibió un whatsapp: “No nos dejan salir”. La amiga, en el durísimo relato publicado en el diario Levante, cuenta que telefoneó a Marta. Ella le explicó angustiada que estaban siguiendo las indicaciones de los bomberos que les habían asegurado que estarían mucho más seguros en casa, que eligieran una habitación y que sellaran las rendijas de los bajos de las puertas con toallas empapadas para evitar la entrada de humo.
Una evolución imprevista
La amiga estaba intranquila y a la primera dotación de bomberos que llegó y que empezaba a desplegar las líneas de agua le insistió en que en el octavo piso del edificio anexo había una familia con niños y que por favor subieran a ayudarles. En ese momento, como durante los días posteriores aseguró consternado el jefe de los Bomberos del Ayuntamiento de Valencia, Enrique Chisbert, la indicación fue la “correcta”, porque era “absolutamente imposible” prever que el incendio evolucionaría de esa manera.
Nadie iba a ir a por ellos
En el piso, mientras Marta trataba de empapar toallas con el escaso hilo de agua que salía de los grifos, Ramón buscaba vías alternativas para huir. A las 18.15 horas el fuego estaba completamente descontrolado, las dos torres ardían, y los bomberos de la primera intervención que habían logrado acceder al interior habían podido salir, unos cuantos exhaustos y con quemaduras graves. Nadie iba a ir a por ellos. La amiga, desesperada, les recomendó que se tumbaran en el suelo para evitar caer inconscientes por la inhalación de humo. Les dijo que probaran de salir al balcón para tratar de ser rescatados por la fachada. Ramón lo intentó pero los dos balcones vecinos ya eran pasto de las llamas. A las 18.45 horas, la amiga habló por última vez con Marta y con Ramón. Cinco minutos en los que la pareja ya tenía dificultades para respirar. Colgaron para despedirse de sus padres. Los cuatro murieron por inhalación de humo, abrazados a sus hijos.
Cuesta imaginar tanto dolor. A la hora en la que se inició el incendio, la gran mayoría de los 400 habitantes no se encontraban en casa. Muchos paseaban, los niños no habían regresado del colegio y la mayoría de adultos estaban trabajando. Pero la tragedia pilló en casa a muchísimas mascotas. Casi medio centenar de perros y gatos que murieron, pese a la desesperación de sus familias.
El conserje les avisó
Los pocos vecinos que se encontraban en sus casas contravinieron las indicaciones de los bomberos y abandonaron el piso con lo puesto. Otros muchos fueron alertados por el conserje, Julián. El hombre realizó varias rondas por el edificio golpeando las puertas de los pisos en los que sabía que había gente, instándoles a salir urgentemente. A unos pocos con dificultades de movilidad les ayudó. Una pareja fue rescatada por los bomberos por la fachada, en la cesta de la autoescalera, tras permanecer dos horas agónicas con las llamas que avanzaban y casi les rozaban, en una escena difícil de olvidar y que inmortalizó en una fotografía impactante el fotoperiodista Germán Caballero. Pero diez personas no lograron salir. Todos vivían en las plantas superiores al punto en el que se sospecha que se inició el fuego.
"No entréis a por mí”
La investigación judicial determinará si hubo o no responsabilidad penal en la decisión de los bomberos. En condiciones favorables de sectorización, pedir el confinamiento en casa es el mejor consejo porque salir a la zona común acostumbra a ser una muerte segura. Nadie pone en duda que los bomberos se jugaron la vida. Uno de los que resultó gravemente herido pidió a sus compañeros por el walkie talkie que le despidieran de su familia y dijeran a su mujer que la quería muchísimo. Lo hizo con la voz entrecortada. Apenas le quedaba aire en la botella y no se veía capaz de salir. “Hasta aquí he llegado. Ni se os ocurra entrar a por mí”, les advirtió. Este bombero –que fue ingresado en el hospital– fue uno de los que trató de llegar hasta el piso de la familia de Marta y Ramón.
Normas más exigentes
Las obras del edificio devastado terminaron en 2008 y se acogieron a las normas de protección contra incendios de 1996. Las nuevas normas son mucho más exigentes y obligan a una sectorización que debe frenar el avance de las llamas entre plantas y que convierte las escaleras en zonas estancas, separadas por una puerta de seguridad de los rellanos de acceso a las viviendas. Con los días, los bomberos han ido relatando lo que vivieron. Nada fue normal. El fuego evolucionó de una manera incontrolada.
El relato de los bomberos
Los que lograron acceder a las últimas plantas describieron una estampa atroz. No veían. Debían avanzar agarrados a la manguera, la línea de agua que en esa situación se convierte en línea de vida. Pese a que golpeaban las puertas a ciegas, solo se escuchaban estruendos y explosiones. El viento que accedía por las ventanas rotas y ese sonido terrorífico que hace el fuego destructor. Y todo en un horno a temperaturas insoportables. Algunos fotografiaron su equipación, con los chaquetones chamuscados y los soportes de plástico de las botellas de aire del equipo de respiración, deshechas. No son héroes. Los bomberos son personas comprometidas con su trabajo y capaces de saltarse la línea roja para salvar una vida, poniendo en peligro la suya. Y eso es lo que hicieron en Valencia, y hacen a diario bomberos en cualquier rincón del mundo.
Responsabilidades
La principal hipótesis de los investigadores es que el fuego se inició por un cortocircuito del motor del toldo del balcón en el que empezó el incendio. El juzgado determinará si hubo responsabilidad en los promotores. A falta de avanzar en la investigación, ya hay indicios para sospechar que fue un cúmulo de circunstancias las que convirtieron lo que debía ser un simple incendio en una catástrofe inimaginable. Todo apunta a que la fachada estaba revestida por un material inflamable, una piel exterior de aluminio sobre lana roca, que es un producto ignífugo. Además, la cámara de ventilación que actuaba de aislante del bloque se convirtió en una chimenea en un día de fuerte viento de ponente. Hay decenas de vídeos escalofriantes que muestran cómo esas placas de aluminio de la fachada se desprendían incendiadas y volaban como bolas de fuego impulsadas por el viento hasta caer en balcones vecinos donde iniciaban un nuevo fuego. En memoria de Marta, Ramón, Víctor, Carla, Carmen, Ester, Pilar y todas las víctimas del incendio de Valencia.