Este miércoles se cumplen 13.420 días sin saber de Juan Pedro Martínez. Tenía diez años cuando el camión cisterna en el que viajaba con sus padres tuvo un accidente en el puerto de Somosierra. El vehículo se incendió, los padres murieron en el acto y el pequeño desapareció de manera inquietante. Nunca pudo demostrarse si Juan Pedro Martínez Gómez murió o sigue vivo. El misterio persiste. Seguro que la fotografía del niño con su traje de marinero el día de su comunión que aparece junto a estas líneas les resulta familiar. El pequeño desapareció en las circunstancias más extrañas que se puedan imaginar. La Interpol describe el caso como uno de los más extraños sucedidos en Europa. Una desaparición que continúa generando más preguntas que respuestas, pese a que han pasado 36 años y 8 meses.
La última parada
El chaval estaba contento aquel 24 de junio de 1986. Muy buen estudiante, había sacado unas notas excelentes y sus padres por fin se lo llevaban de veraneo a conocer el norte de España. Allí podría ver “las vacas que hacen leche y los pastos verdes”, una de sus grandes ilusiones. Su padre, Andrés Martínez, aprovechó un trayecto de su pueblo, en Murcia, hasta Bilbao en el que iba a transportar 25.000 litros de ácido sulfúrico para llevarse a la familia en la cabina del camión cisterna y pasar juntos unos días fuera de casa. Iba a ser un viaje largo, tenían 800 kilómetros por delante. Sobre las siete de la tarde salieron de casa. Según el tacógrafo del camión que analizó un experto en Alemania, el viaje se realizó sin anomalías, con paradas para repostar, y en una de ellas coincidió con otro conductor de la empresa. La última se hizo en el Mesón Aragón, en Cabanillas de la Sierra, en Madrid. El establecimiento lleva tiempo abandonado. El camarero Felipe Alhambra les sirvió el desayuno. Era noche cerrada, sobre las cinco y media de la madrugada. Los recordaba perfectamente porque le llamó la atención que el crío vistiera completamente de rojo. Pidieron un café solo y otro con leche para los padres y un vaso de leche con una bayonesa, un bollo relleno de crema, para el niño. Estuvieron veinte minutos sentados en una de las mesas. Nada resultó extraño en aquella familia. El trabajador declaró después que no vio a Juan Pedro subir a la cabina, pero sí observó al camión cisterna abandonar el área de servicio e incorporarse a la N-1 con normalidad.
Una colisión fatal
El Volvo F12 con matrícula M-5383-CY y MU-1587-R, su remolque, empezó a enfilar la subida del puerto de Somosierra, que entonces era una carretera convencional de un carril por sentido. En los 18 kilómetros anteriores al lugar del accidente, el camión realizó 12 paradas en varios repechos. Todas fueron de cero a dos segundos como máximo, salvo la última en el último repecho antes de llegar al pueblo de Somosierra e iniciar el descenso, que fue de 22 segundos. El camión inició el descenso del puerto en sentido Irún por la vertiente segoviana. Empezó la bajada a una velocidad de 20 km/hora cuando de forma imprevista el conductor “perdió la eficacia de su sistema de frenado” y comenzó a ganar velocidad hasta alcanzar los 110 km/hora, detalla el atestado que elaboró la Guardia Civil. Andrés Martínez controló el vehículo en el tramo de las curvas y llegó a una recta en la que alcanzó a otros tres camiones que circulaban en el mismo sentido. Los adelantó por la izquierda, llevándose el retrovisor de uno y rozando otro, pero apareció un cuarto camión que circulaba en sentido contrario al que no pudo evitar y con el que colisionó frontalmente, alcanzando con el fuerte impacto al resto de los vehículos.
Ni rastro del cuerpo
“Vía en buen estado, pavimento seco y limpio, tiempo seco y soleado”, decía el atestado. En el lugar del accidente localizaron los cuerpos sin vida de Andrés Martínez y de su mujer, Carmen Gómez. Todavía estaban dentro de la cabina. La cisterna había saltado por los aires y de su interior manaba ácido sulfúrico. Cuando el guardia civil telefoneó a la abuela materna para informarle del accidente y de la identidad de las víctimas, María Legal preguntó angustiada: “¿Y el zagal? ¿Dónde está mi nieto? ¿Qué ha pasado con Juan?”. Los guardias civiles entendieron entonces la presencia de unas cintas de canciones infantiles en la cabina además de varias piezas de ropa para niño. El capitán de la Guardia Civil y entonces responsable del operativo de búsqueda, Juan Manuel Sánchez, ya jubilado, recordaba cómo se invirtieron todos los recursos disponibles para localizar al pequeño. “Estuvimos más de dos meses recorriendo mata a mata los alrededores de aquel punto de la sierra. No podíamos descartar que el pequeño se asustara y corriera monte a través. Pero ni rastro en un radio de 30 kilómetros a la redonda”. El propio juez de paz Juan García, encargado de autorizar los levantamientos de los cadáveres, participó en la búsqueda y en la investigación. En aquellos momentos, se llegó a escribir que el cuerpo había desaparecido por el contacto con el ácido sulfúrico. Una teoría del todo absurda desmontada por profesores de química que llegaron a demostrar en algún plató de televisión de la época como el ácido sulfúrico es un fuerte agente deshidratante, que quema, pero que no hubiera podido desintegrar el cuerpo en tan poco espacio de tiempo.
Una teoría paralela
Los investigadores interrogaron al resto de los camioneros implicados en el accidente y a los conductores de los vehículos que se detuvieron para ayudar. Uno de los testigos contó haber visto una furgoneta Nissan Vanette blanca en la que viajaban tres personas y de la que solo descendieron un hombre y una mujer que aseguró ser enfermera. El hombre merodeó bastante rato cerca de la cabina del camión. De hecho, otros conductores aseguraron después que les pareció que estaba registrando dentro de la cabina y que se llevaban algo de su interior. Después regresaron a la furgoneta y se esfumaron. El hermano de Carmen y un primo de esta, Pedro Gómez y Juan García Legaz, tenían 28 y 29 años cuando ocurrió el accidente. La desaparición del niño les impactó tanto que decidieron dejarlo todo y dedicar tres años a investigar el paradero de su sobrino. En los años sucesivos, hasta el día de hoy, acuden a cuantos medios de comunicación se lo piden para defender la teoría que construyeron a partir de todos los datos que recabaron en una investigación paralela que evidenció las abundantes lagunas de la oficial. Ambos sostienen que las paradas de segundos que realizó el camión fueron porque otro vehículo que iba delante frenó y le obligó a detenerse. Hasta la parada de 22 segundos en los que, según los dos familiares, quien fuera aprovechó para llevarse al niño secuestrado como garantía de que el camionero cumpliría el encargo que le habían obligado a hacer. “Al niño se lo quitaron en la última parada. Se lo quitaron de las manos a los padres y les obligaron a llevar cualquier otra cosa, seguramente droga”, asegura Juan García Legaz. Esa madrugada había un control de la Guardia Civil al final de la bajada del puerto.
Una búsqueda sin fin
Hace unos años, los dos familiares acudieron al plató del programa ‘Expediente Marlasca’ para defender lo que pasó después. Según contaron y mantienen cada vez más convencidos, tras llevarse por la fuerza a Juan Pedro, el padre inició una persecución con su camión que alcanzó una velocidad de vértigo con la que no pudo evitar el accidente. Se lanzó a la carrera tras el vehículo que, según la tesis de los familiares, llevaba al pequeño secuestrado. Y de ahí que, tras la colisión, los ocupantes de esa misteriosa furgoneta blanca se acercaran a la cabina del camión siniestrada a recoger algo. “Seguramente fue droga que le obligaron a llevar sabiendo que los traficantes tenían a su hijo como rehén en el coche que circulaba delante”, insistieron. ¿Y el niño? La familia asegura que al pequeño no lo podían soltar en ese momento. Había presenciado lo que había pasado y lo hubiera contado todo. Lo que hicieron con él sería otro misterio. De todas maneras nunca se confirmó oficialmente que tras la desaparición del conocido niño de Somosierra estuviera una red de narcotraficantes. Una tesis que con los años siguen descartando tanto el capitán de la Guardia Civil como el juez de paz. La teoría de los narcos tampoco es nueva. Y en ese momento, diarios de la época como El Caso llevaron a portada la investigación por la desaparición de Juan Pedro con este gran titular: “El niño de Somosierra. ¿En poder del narcotráfico?”. El director de la mítica publicación, Juan Rada, recordaba cómo en esos años Bilbao lideraba el ranking europeo de consumo de heroína y el litoral murciano era la puerta de entrada de narcotraficantes.
‘Te buscaré mientras viva’, es el título de un libro de Paco Lobatón que recoge las historias de varias desapariciones sin resolver, entre ellas la del niño de Somosierra. Es la frase de todos los familiares que buscan a sus seres queridos. Mientras ellos están vivos no hay un solo día que no los piensen y busquen.