Todos los principitos y princesitas en edad escolar, al menos los de Europa que son los que tenemos más a mano, tienen la bonita costumbre de facilitar el acceso a los reporteros gráficos para que capten su primer día de colegio, todos menos la princesa Leonor y la infanta Sofía, cuyos padres no consideran oportuno hacer exhibición pública de ese momento. El lunes, 11 de septiembre, las hermanas Borbón-Ortiz comenzaron las clases en el colegio Santa María de Rosales y como sucederá otros días, a lo largo del curso, llegaron en coche acompañadas por su madre: las niñas, en los asientos traseros, tras unos cristales tintados y la Reina, lógicamente, en el asiento del conductor.
Una escena parecida a la que protagonizaron otros niños y otras madres a las puertas de ese colegio de élite en el que, entre matrícula, comedor y extras, se pagan unos mil euros por niño, es decir más de dos mil por la parejita. No es el colegio más caro de Madrid, pero sí el más cotizado por su educación y, sobre todo, porque cuando ya casi se habían acabado los efectos de haber sido el centro donde estudió el príncipe Felipe volvió de nuevo al primer plano al ser elegido como colegio para Leonor y Sofía. Se multiplicaron las matrículas y se colapsó el acceso. Una de las alumnas es Alejandra Rubio Borrego y quizá sea en razón de continuar con la plaza en el colegio por lo que en estos años pasados Terelu Campos no ha querido irse a vivir a otro barrio para garantizar que la niña tenía plaza en el Rosales.
El Santa María de Rosales va viento en popa y la mayoría de los padres llevan allí a sus hijos para presumir de condiscípulos. No creo que haya nadie que proteste por el agobio que puede representar que el primer día de colegio se permita que los fotógrafos capten la llegada de la princesa y la infanta, pero al parecer esa es la excusa para que la heredara al trono y la segunda en el orden sucesorio entren en el colegio de una forma casi clandestina.
La Reina no quiere llamar la atención ni que sus hijas sean señaladas por alterar la rutina escolar en el primer día de clase, pero no le importa tanto intervenir en la elección de las comidas del comedor, exigir que otros padres no graben las funciones o fiestas del colegio o imponer algunos de sus criterios que el resto de padres acepta, en parte, por no llevar la contraria a una madre tan principal.
Leonor y Sofía no son unas niñas más y si viven su infancia con esa idea, mal les va a ir en una vida que atravesarán como seres singulares. No se trata, evidentemente, de que tengan privilegios por ser vos quien sois, ni que pierdan vivencias que pueden enriquecer sus vidas pero, no facilitar las fotos en su primer día de colegio, como hacen el resto de los niños de las casas reales europeas es, sinceramente, una memez, una declaración de principios por parte de sus padres (debo suponer que están de acuerdo) que no hace más que alejar a esas niñas del conocimiento que de ellas debe tener la sociedad. Cuando su llegada al colegio es excusa perfecta, inocua y aceptada que no molesta y que, sin embargo, año tras año les resta popularidad.
Menos mal que este año el Rey, muy sabiamente y dado que el inicio del curso en Madrid ha coincidido con la celebración del 11 de septiembre en Catalunya, se ha quedado en el despacho. Ya solo faltaría que con la que está cayendo en Catalunya, el Rey apareciera tras los cristales tintados de un coche llevando a sus hijas de tapadillo. Que van al colegio, por Dios…