Kate Middleton, al servicio de la Corona

Actualizado a 29 de septiembre de 2016, 10:21

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A los duques de Cambridge todavía les faltan dos turnos para subir al trono y, sin embargo, llevan años haciendo méritos para que, llegado el momento, todo el mundo de por hecho que se lo merecen. No me gusta señalar ni comparar porque cada país es un mundo y tiene una historia detrás, pero sí afirmar que la llegada de Guillermo y Catalina a Canadá acompañados de sus dos hijos, Jorge y Carlota, ha alimentado el capital de la monarquía británica donde todos los miembros trabajan para seguir manteniendo el puesto y la empresa familiar.

Catalina, una chica de clase media cuya familia se enriqueció gracias a un negocio online de artículos de fiesta, igual no es perfecta pero, al menos, hace caso a todo lo que le dicen los funcionarios de Buckingham Palace que, con criterio de Estado, y en menos de cinco años la han transformado en la perfecta princesa. Cuando viaja por el mundo, como hizo hace dos años a Australia y Nueva Zelanda o esta misma primavera a India y Bhután lo hace acompañada de su secretaria personal, Rebecca Deacon, su estilista, Natascha Archer, y su peluquera, Amanda Cock, quienes, junto a los funcionarios del gobierno británico y de la casa real, preparan minuciosamente la imagen de la mujer del príncipe Guillermo para que, a través de su vestuario, refuerce los mensajes que se quieren dar. No es ninguna tontería, los modelos no se escogen al tuntún ni según el gusto de Kate aunque se adaptan, lógicamente, a su personalidad.

La duquesa de Cambridge bajó del avión con un vestido azulón y tocado a juego, conjuntada con su hija Carlota, que lucía un primoroso vestido de nido de abeja procedente de una tienda española de las de toda la vida (pregunta ¿cuándo hemos visto a nuestra princesa o a nuestra infanta con un modelo de ese estilo). También al pequeño Jorge le vistieron con un jersey azul, el mismo color de la corbata de su padre, el príncipe Guillermo, y uno de los dos tonos oficiales de Canadá. En su vestido, Catalina lucía un broche de diamantes con forma de hoja de arce (el símbolo que aparece en la bandera) que los canadienses regalaron a Isabel II en un viaje oficial. Ni un solo detalle se dejó al azar. Al día siguiente, Kate se lució un vestido blanco y rojo como los colores de la bandera canadiense; en su primera recepción un vestido rojo y al tercer día de visita un abrigo rojo de aire militar como los que lleva la famosa policía montada del Canadá. Todo medido y cuidado para que la duquesa de Cambridge se luzca, vista apropiadamente y, sobre todo, sea portadora del mensaje que desea el gobierno y la Corona. No es tan difícil.

Mientras sus padres recorren el país, los pequeños Jorge y Carlota se han quedado en Victoria (la capital de British Columbia, una de las 10 provincias de Canadá) al cuidado de su niñera española María Teresa Turrión, de modo que nadie piense que a los pequeños les van a dar un trote, simplemente les han llevado en la visita oficial como gesto para los ciudadanos ya que, de momento, Canadá pertenece a la Commonwealth y su jefe de estado es la reina de Inglaterra. Al término del viaje, los pequeños volverán a tener protagonismo y en la historia constará que su primera visita al Canadá fue cuando eran a penas unos bebés y a los dos les enseñan desde bien pequeños que representan a su país.

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