La infanta Sofía, la hija menor de los Reyes, ha cumplido 10 años y casi no nos hemos dado cuenta. La niña, que figura en el segundo lugar del orden sucesorio, tras su hermana, la princesa Leonor, se ha ido haciendo mayor y en nada será ya una jovencita en edad de merecer aunque su vida poco tiene que ver con la de las infantas que la han precedido en el tiempo. Cuando nació, el 29 de abril de 2007, su abuelo Juan Carlos era rey de España y ahora lo es su padre, el rey Felipe, pero a diferencia de sus tías las infantas Elena y Cristina, Sofía ha tenido hasta ahora una vida más anónima limitando sus apariciones públicas a dos o tres veces al año y sin que se sepa mucho de sus intereses o carácter más allá de las lógicas suposiciones y de lo que puede desprenderse de su actitud cuando aparece en público.
Dicen que de las dos hermanas, Leonor es tranquila y responsable como su padre mientras que Sofía se parece más en carácter a su madre, más inquieta y creativa. En cualquier caso las dos hermanas se llevan bien y se tienen la una a la otra, toda vez que comparten unas circunstancias vitales extraordinarias. Conviene que de pequeñas estén unidas porque no siempre es fácil ser la hermana de una futura reina y para muestra el ejemplo de Margarita de Inglaterra, o los más cercanos de Irene de Holanda o Magdalena de Suecia a quienes, por un lado, se obligó a seguir con las normas de la Corona y, por otra, se les vetaron todas las iniciativas personales. Tuvieron los inconvenientes de ser de la realeza pero ninguna de sus ventajas, su complejo de segundona, sobre todo a la hermana de Isabel II, la princesa Margarita, acabó por amargarle la vida.
Sofía no podrá, como sus tías Elena y Cristina, salir del tiesto ya que su padre, poco después de la proclamación, dictó una norma familiar que impide que una persona de la familia real pueda trabajar por cuenta ajena o propia en empresas privadas o públicas, a menos que renuncie a todos sus privilegios. Si esa norma hubiera estado vigente en tiempos de la infanta Cristina se hubieran evitado muchos problemas ya que la prohibición también afecta a los cónyuges. Cuando sea mayor, la infanta Sofía tendrá que trabajar para la Corona en exclusiva y tener mucho ojo con quien se casa y si, al hacerlo, quiere vivir su vida tendrá que hacerlo lejos de la casa paterna.
Lo curioso es que, hasta la fecha, tanto la infanta Sofía como la princesa Leonor están viviendo una infancia convencional, como tantas hijas de familias de buena posición pero sin excesivas obligaciones oficiales o apariciones institucionales como sí tienen otras princesas y otros príncipes de la realeza europea a los que, desde bien pequeños, (y repásense las veces que hemos visto al pequeño Jorge, hijo de los príncipes Guillermo y Catalina, acompañando a sus padres en viajes alrededor del mundo), les hacen aparecer en público. Es bueno que las hijas de los Reyes vivan sin privilegios y en contacto con otros niños pero, en su día a día tienen que ir acostumbrándose a que su futuro está ya marcado y difícilmente podrán escapar a él. No pueden tener una infancia como la de otros niños porque su juventud y madurez no será como la de sus coetáneos, tendrán una función pública que han recibido por herencia y personas como ellas, hay muy pocas.