La infanta Elena, camino de cumplir 53 años, se ha caído del caballo. No es la primera vez y por tanto no cabe esperar que, como San Pablo, al verse en el suelo del recinto de la Zarzuela tuviera una revelación y, de repente, se hiciera republicana. Elena de Borbón y Grecia es, sin lugar a dudas, muy monárquica, una Borbón en toda regla, a pesar de que desde el 19 de junio de 2014, tras la proclamación de su hermano como Rey, su estatus legal ha cambiado, ya no es miembro de la familia real y solo se le reconoce el hecho biológico de ser familiar del Rey.
La duquesa de Lugo, primogénita de los reyes Juan Carlos y Sofía, es la última infanta marginada porque, en 1978 cuando se aprobó la Constitución, nadie consideró la posibilidad de acabar con la discriminación a la mujer en favor de los hermanos varones en la sucesión al trono. No fue educada pues como heredera, pero sí como infanta y posible recambio en el caso de que su hermano no tuviera hijos. No ha sido así y la infanta Leonor sucederá a su padre, principalmente porque no ha tenido hermanos varones ya que la Constitución aún no ha cambiado.
Durante años, la infanta Elena ejerció su papel institucional pero rompió las normas al casarse con una persona que no pertenecía a una familia real. Fue el primer acto de modernidad de la monarquía española, ya que sus tías, Pilar y Margarita, perdieron sus derechos sucesorios tras casarse con plebeyos. Ahora todo parece muy antiguo, pero así eran las normas y años más tarde, por ese gesto que protagonizó Elena, su hermano pudo casarse con quien quiso.
La infanta Elena también se atrevió a separarse de su marido, Jaime de Marichalar, rechazando mantener un matrimonio de conveniencia, aunque lo hizo cuando su hermano ya tenía dos hijas y ella había pasado del segundo al cuarto puesto de la sucesión al trono. Castiza y muy conservadora, no dudó en pedir el divorcio y, a pesar de que en un primer momento se le buscaron algunos novios nunca ha dado la impresión de tener la intención de volverse a casar. Siempre dijo que su mayor deseo era ser madre y tuvo dos hijos y hasta un tercer embarazo que se malogró a las pocas semanas de gestación.
Sostén y acompañante de su padre, el rey Juan Carlos, la infanta Elena se empeñó en que sus padres recuperaran la cordialidad perdida, empeñada en convocarlos a cenas conjuntas cuando les visitaba en la Zarzuela. El jueves por la noche, los reyes eméritos acudieron juntos a visitar a su hija en el hospital donde permanecía en observación tras su caída. De resultas de la caída, mientras montaba en un recinto de la Zarzuela, la infanta fue operada de la muñeca que tendrá inmovilizada durante algunas semanas.
A pesar de que no tiene ninguna responsabilidad institucional, la infanta cubre con una serie de tareas digamos sociales que los actuales reyes no cultivan. Alguien tiene que ir a los toros y a las fiestas populares y quien mejor que la infanta Elena, a quien la edad ha moderado un carácter que le jugó malas pasadas en su juventud.