Inés Arrimadas es una de los peores cosas que se puede ser en esta vida: una pesada. Porque hay gente que de tan antipática resulta simpática, gente con una arrogancia divertida, gente que tiene la capacidad de convertir un defecto en una burbuja chispeante y arrebatadora. Pero lo de ser una persona pesada no tiene solución, porque por mucho que te lo digan, no solo no te lo crees, sino que piensas que te lo reprochan por envidia.
Para la gente que vivimos en Madrid, Arrimadas ganaba mucho cuando estaba en Barcelona. Porque la veíamos editada y en dosis más o menos controladas. Ahora que la tenemos en la capital nos hemos dado cuenta de que una sesión continua de Arrimadas es algo infumable; un atropello a la alegría de vivir, a la esperanza, a la confianza en un mundo divertido y afable. Yo era de izquierdas, pero lo que estoy viendo me está haciendo todavía más de izquierdas. Ya estoy entre PSOE y Unidas Podemos. Hasta Pablo Iglesias me empieza a caer simpático.