Viene Carlos Lozano al Deluxe. Lo que iba a ser un duro enfrentamiento entre el presentador y algunos colaboradores del programa se convierte en una agria disputa entre Lozano y Mónica Hoyos. El resultado de la contienda se salda con una clara victoria a favor de Carlos. Mónica tiene un grave problema: no cae bien. Tiene ademanes de Mari Pili, unos juicios de valor respecto a la tele que se hace ahora demasiado estrictos -teniendo en cuenta su bagaje, quiero decir- y un discurso lastimero que no cuela. Todo ello la convierte en una señora desubicada profesionalmente –en su fuero interno no entiende por qué no trabaja más en este país- y emocionalmente. Trata a su ex como si fuera un niño pequeño al que debiera proteger de los estragos del mundo, del demonio y de la carne pero el niño tiene ya cincuenta y tres años y pelos en los sobacos. Y ganas de cachondeo y de vivir. No en vano tiene buena facha y una novia de veintitrés años que debe ponerle en pista varias veces al día. Frente a la alegría de vivir de Lozano la rigidez existencial de Hoyos ahuyenta al más pintado. Mónica es mona y resultona pero no sé qué debe haberle hecho el mundo para destilar tanta amargura siendo tan joven.