Quedo en Mediaset con Karmele porque quiere hacerme una entrevista para el ‘Diari de Vilanova’. Aparece con unas mallas negras y un jersey negro. Viene del gimnasio. No tiene entrenador. Después de varios años cultivando su cuerpo ha decidido que ella tiene poder y conocimiento para entrenárselo sola. Coincide en el gym con Pablo Iglesias. “¿Y hablas con el?”. “No, no –me explica–, tampoco me voy a poner a molestarle cuando está haciendo pesas”. A ella no le importa que escriba el nombre del gimnasio donde coincide con el líder de Podemos pero al advertirle que por cuestiones de seguridad no lo daré a conocer ella contesta: “¡Ay, es verdad!”. Karmele es así, ha sido siempre así y siempre lo será: una loquita con más peligro que una escopeta de feria. Insensata, pedigüeña, tirando a tirana, irreflexiva y a ratos muy divertida. Para tomarla en pequeñas dosis porque si no corres el riesgo de intoxicarte. Aprovecho para consultarle acerca de un par de retoques que me quiero hacer. “Yo eso me lo hice en el 2006” o “Eso que me preguntas ya me lo he hecho yo” son algunas de sus impagables contestaciones. Le pido una foto para ‘Lecturas’ y accede aunque intenta ponerse unas gafas: “No mujer, estás más guapa sin ellas”, le recomiendo. Más angelical, diría yo. Más venerable.