La periodista Sabina Urraca ha compartido en su blog una anécdota vivida con el ex cuñado de la infanta Elena, Álvaro de Marichalar. Un encuentro que no se produjo en la cafetería de ningún hotel de lujo ni en ningún evento patrocinado por una marca de champán. Su encuentro se produjo en un Blabla Car.
Urraca no reconoció al tío de Friolán y Victoria Federica, pero no hubo ningún problema, pues él lo dejó notar nada más haber puesto un pie en el auto que compartía junto con otros tres viajeros. “Si alguno sospechaba algo, desde su primera llamada lo supimos con certeza. ‘Aló, Sandrine. Je suis Álvaro de Marichalar’”. A la periodista le llamó poderosamente la atención la cantidad de llamadas, el tono de voz empleado y las conversaciones a tratar que llevó a cabo este usuario de la red de viajes. “Él se repantigó en el asiento trasero y empezó una sucesión interminable de llamadas de negocios en distintos idiomas. A partir de entonces, y hasta Madrid, fue imposible mantener una conversación normal (…) En aquel Blablacar, el único que podía hacer blabla era Álvaro de Marichalar”.
A la periodista, que colabora con medios como Madriz o Vice, le pareció que el aventurero, con semejante comportamiento, solo “quería pavonearse de su vida high class o el respeto por los demás no entraba en su cerebro anegado de sangre azul”. "Todo giraba en torno a propiedades, eventos y euros. Cada cantidad que pronunciaba me hacía estremecer. Salieron a relucir inversores, materiales nobles, mármoles y buenas maderas".
Pero para la narradora de la anécdota, lo peor vino cuando se produjo el único alto en el camino y pararon a estirar las piernas. Entonces ella, que viajaba en el asiento del copiloto, vio cómo Álvaro le cambiaba de sitio sin ni si quiera consultárselo antes. “No me pidió permiso, no me explicó educadamente el porqué de este cambio. Simplemente me dijo: ‘Ahora yo voy a ir delante’". Ante tal comportamiento, ella fue incapaz de recriminarle nada. Estaba en shock, completamente alucinada por las formas y maneras del que un día acudió a la boda de la hija mayor del rey emérito.
“Álvaro de Marichalar nos robó el tiempo, la conversación, el espacio, la tranquilidad, nos minó la moral”, termina diciendo la redactora a modo de reflexión final.