¡Basta ya! María Patiño no puede más. La presentadora ha pasado una de sus peores tarde en Sálvame y no, precisamente, por los temas que se han tratado. Agotada y con cara de pocos amigos, el program tensaba la cuerda hasta tal punto que no dudaba en quitarse los tacones y arrancarse a subir hasta la cúpula para pegarles la bronca. ¿Pero qué ha podido pasar para que se coja semejante enfado? Lo que había empezado como una broma se ha ido calentando, se ha ido calentando, hasta que les ha explotado...
Lidiar con Miriam Saavedra no es nada fácil. La nueva colaboradora de Sálvame, y ex de Carlos Lozano, ha llegado al programa con mucho entusiasmo. Muchísimo. Una cosa loca. Lo da todo en las presentaciones, se lanza al público, interrumpe constantemente, se pone de lado de los más fuertes y se pasa la tarde dejando notar su presencia. Sabe que si quiere quedarse debe dar juego y se lo ha tomado al pie de la letra. Hasta el punto que sus compañeros, sobre todo María Patiño, entraban en colapso.
La presentadora de Socialité pedía cambiarse de sitio para no tener que escuchar a Miriam y se encontraba con su nuevo archienemigo: el realizador de Sálvame. Sí, la cabeza pensante y maquiavélica que se dedica a duplicar su imagen en pantalla cada vez que la colaboradora abre la boca. De repente, siete Marías hablando a la vez. Un homenaje al surrealismo daliniano como no ha visto la televisión. Y pese a que los compañeros y el público se lo toman a risa, a la protagonista no le hace ninguna gracia.
Hoy, agotada por Miriam y cansada de tanto jueguecito, ha dado un golpe sobre la mesa. ¡Ya está bien! Ni corta ni perezosa, se ha quitado los taconazos y ha subido la larguísima escalera que conduce a la cúpula del programa. Seguida por Carlota, Patiño ha conseguido colarse en el centro neurálgico de Sálvame para enfrentarse, cara a cara, con su realizador. Descalza y a golpes contra la puerta, ha intentado que este saliese de su búnker para darle explicaciones. “Te espero a la salida del programa”, le decía en tono amenazante.
Los espectadores no daban crédito a lo que estaba sucediendo. Patiño, eso sí, se ha quedado con la miel en los labios. No solo no le han hecho caso, ¡sino que han continuado duplicándola mientras se quejaba! Menos mal que la venganza, por suerte, es un plato que se sirve frío.