Cuenta él mismo que cuando su hija Clara (24) era pequeñita le pedía a su mujer que no dejara ver a él –“a papá”– el informativo. “Siempre llora”, decía la niña preocupada. Ese padre que llora frente al televisor es Ricardo Darín (59). Ese actor argentino, ya casi de culto en nuestro país, que se emociona con las pequeñas cosas, que llora por “las injusticias” y que no puede evitar que se le corte la voz recordando a su padre 27 años después de su muerte: “Sigo hablando con él”, asegura.
Así es Ricardo Darín. Todo ternura, todo romanticismo. Y, como no podía ser de otra manera, Ricardo ha sido y sigue siendo protagonista de una gran historia de amor. La suya, la que ha vivido lejos de los focos, esa que hoy le lleva a definirse como un privilegiado. “Soy todo lo feliz que se puede ser. Tengo una familia increíble”, asegura.
El inicio de esa historia que lo ha hecho un hombre feliz, se remonta a 1987. Ricardo triunfaba entonces en Buenos Aires. Tenía 30 años y en Argentina era uno de ‘los galancitos’. Un grupo de jóvenes y bellos actores que arrasaba entre el público femenino. Y en ese entorno de éxito y reconocimiento, el Ricardo galán había seducido a la gran vedette del momento, la explosiva Susana Giménez. Ella tenía 13 años más que él y la admiración que el actor había sentido por ella desde niño se convirtió en amor. Estuvieron juntos nueve años y eran una de las parejas del momento cuando dieron juntos la bienvenida a 1987. Ricardo y Susana no lo sabía aún, pero ese era el año en que el actor conocería al gran amor de su vida. No era Susana... Su nombre: Florencia Bas.
Un auténtico flechazo
“No hay un solo día en que mire a mi mujer y no sienta el inmenso privilegio que he tenido en esta vida de que esta mujer se cruzara en la mía”, asegura hoy Ricardo. Florencia y Ricardo se vieron por primera vez hace ya 29 años en la bulliciosa calle Corrientes de Buenos Aires. Entonces solo se miraron. Florencia tenía solo 18 años –Ricardo, 30– era estudiante de inglés y una gran fan del actor. Fue ella quien primero lo vio. El actor estaba en una conocida pizzería de la ciudad con unos amigos y Florencia quedó prendada de él, de su mirada, de su sonrisa. Cuentan que no podía dejar de mirarlo. Él entonces no se percató, pero Florencia, tenaz –“es una mujer tremenda”, asegura el actor– le siguió hasta alcanzarlo en plena calle. Casi no pudo mediar palabra, pero Ricardo ya había conocido a su gran amor. Lo suyo fue un flechazo.
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