En estas últimas semanas, varios hijos de personas conocidas o famosas, como queráis llamarlo, se han sentado en un plató de televisión para cuestionar a sus madres y, en otros casos, a sus dos progenitores. Llevo varias semanas reflexionando sobre este tema y hoy, por fin, he decidido abordarlo en estas páginas. Me voy a centrar en las madres, porque es lo que yo soy. Aunque, de alguna manera, las madres separadas somos en multitud de ocasiones madres y padres al mismo tiempo. ¡Nadie nos enseña a serlo! Recuerdo que viví mi embarazo con muchos miedos. Temor a que se frustrara y a que no viniera bien. En esa época, trabajaba mucho y durante muchas horas. Trabajé hasta el último día, incluido el que di a luz.
Las palabras de Lara
Fui a Telemadrid y me tuve que ir puesto que las contracciones ya eran cada cinco minutos. Quien ha parido sabe lo que eso significa. Recuerdo que ese día una gran mujer a la que quiero muchísimo y que se llama Lara Dibildos me dijo: “Rubia, cuando veas a tu bebé de las primeras cosas que vas a sentir es terror. Miedo porque eres consciente de que ese ser humano que acaba de salir de tu cuerpo no sobrevive sin ti”. Ese sentido de la responsabilidad llega a lo más alto en tu vida a partir de ese momento. ¿Sientes felicidad? Evidentemente, sí. No creo en el instinto maternal. Lo que ha denominado ese instinto así es algo que la sociedad machista nos ha imbuido a través de la educación a las mujeres. Durante muchos años, ha sido la manera de tenernos sometidas, controladas o ubicadas cuidando de los hijos. Eso servía para que, de alguna manera, el hombre sintiera esa superioridad sobre nosotras. Siempre me he preguntado: si los hombres de aquella época hubieran tenido que parir, incluyendo a mi padre, a mis abuelos y a mis bisabuelos, pienso que se hubiera extinguido el mundo. Lo digo desde la mentalidad de ellos. Si su cuerpo hubiera estado preparado para dar a luz lo hubieran hecho y me imagino que se hubieran adaptado. Menos mal que las cosas, gracias a Dios, han cambiado para muy bien. Ser madre te crea un vínculo especial con tu hijo. Al final, la sensación de saber que una vida está creciendo dentro de ti no es extrapolable a tu pareja. Puedes explicarle lo que sientes, pero ellos no pueden sentir lo que tú de verdad estás sintiendo. De ahí esa unión especial de la que hablo.
Educar no es fácil
Los padres de hoy en día, afortunadamente, han aprendido a disfrutar de sus hijos, de bañarlos, de pasearlos, de dormirlos o de darles un biberón. Qué pena que tantos hombres con el paso de los años se hayan perdido todas estas cosas. Pero, ¿quién sabe educar a un hijo? ¿Dónde está el manual perfecto para que tu hijo sea educado, estudioso o perfecto? Todos sabemos que en una familia con varios hijos y que han recibido la misma educación cada uno es de una manera. Tenemos una genética en común con nuestros padres, pero cada uno somos seres únicos. Por eso, es complicado para mí ver a hijos reprochar la educación que dicen que sus padres o sus madres parecen haberles dado. Vivir es todo menos fácil y con hijos es más difícil aún. A la vez, siento la pena del dolor que esos hijos manifiestan por lo que han sentido y han vivido. Me encuentro en el filo de la navaja y me explico: soy madre y si viera a mi hija en un plató de televisión hablando de su padre o de mí sería el mayor fracaso de mi vida. Si Alejandra manifestara algún dolor por el que haya pasado, alguna incomprensión o alguna incapacidad por ser yo su madre me rompería aún más la vida. En definitiva, no es que Terelu no se quiera decantar por alguien en este tema, sino que me mojo en ambas partes. Me pringo como madre y lo hago, también, como hija.
El error más grave
Tengo la suerte de haber tenido una madre a la que no he tenido nada que reprocharle, sino todo lo contrario. Durante toda mi vida solo he podido agradecerle que fuera mi madre. Si no hubiera sido así, nunca hubiera sido capaz de verbalizarlo, públicamente, en un medio de comunicación. Jamás hubiera hecho algo que le hiciera daño a ella, porque ni siquiera sé si mi madre hubiera sabido hacerlo de otra manera. Ante esa duda, como madre que soy, sí que se lo hubiera dicho en privado y manifestarle lo que he sentido o sufrido, mis miedos y mis frustraciones. Nunca lo hubiera hecho de cara al público, porque eso le hubiera dado a todos los que escuchan la libertad de opinar de la vida de mi madre y de la mía. Para mí, ese es el más grave de los errores: dejar que cada uno APROVECHE TU DEBILIDAD y la incapacidad de saber ser madre o padre para sacarte la piel a tiras.