Hoy ya os escribo desde mi casa, de vuelta ya de esta complicada Semana Santa en varios aspectos. No solo me estoy refiriendo al mal tiempo que nos ha acompañado prácticamente en toda España (entiendo que la llu via era muy necesaria en mi tierra y bienvenida sea siempre), pero me vais a entender que diga que vaya mala leche que todo el año sin caer una gota y justo la Semana Santa en la que necesitamos más que nunca que el cielo nos acompañe, haya hecho lo que podía haber hecho en muchas semanas del año, menos en esta.
El dolor de toda Málaga
Como os dije la semana pasada, ya me levanté el Lunes Santo, conociendo al 90 % que mi Cristo del Cautivo no podría hacer su estación de penitencia por las calles de Málaga. El dolor no es solo mío, el dolor es de una Hermandad cuyos hermanos llevan todo un año preparando el momento de procesionar, y de una ciudad como la de Málaga que espera ansiosa uno de los momentos más claves de su magnífica Semana Santa. Así que, como os decía, me encamino hacia la Casa Hermandad para verlo. Como se ha dicho hasta la saciedad en los medios de comunicación, evidentemente no era una Semana Santa cualquiera para mi familia.
Cuando llego a la Casa de Hermandad, encuentro que los compañeros de la prensa, no me permiten ni cinco minutos de intimidad, ni cinco minutos de poder rezar, ni cinco minutos de poder agradecerle, ni de pedirle que la siga protegiendo y que nos siga protegiendo. Siempre hay una cámara caritativa que graba el momento en el que yo les pido que merezco esos cinco minutos, como cualquier ciudadano, tenga o no tenga un trabajo público. Así que, de alguna manera, son los hermanos que luchan y cuidan cada día por esa cofradía, los que me facilitan un derecho que tiene cualquier ciudadano, el de rezar a solas, el de tener esa mínima privacidad.
Cuando acabo con mi rezo, soy yo quien pide a la Cofradía que vuelvan a en trar todos los compañeros de la prensa para hacerme fotos y atenderles de la misma manera que he hecho durante más de veinte años. Ellos entran y lo primero que hacen todos es pedirme disculpas, y cuando digo todos son todos, diciéndome que no han estado afortunados, y que entendían mi súplica hacia ellos. Lo que no alcanzo a entender es que hagan eso y luego no sean capaces de contárselo a los medios de comunicación e intentarme dejarme a mí en mal lugar. Bueno, dejémoslo estar.
La familia que nadie conoce
El Miércoles Santo tengo la oportunidad de ver a nuestro padre Jesús el Rico, que durante tantos años portó mi padre. Fue muy poquito tiempo y lo hago por primera vez desde la calle con gran parte de mi familia, a esa que gracias a Dios no se le conoce y puede tener una vida tranquila. Quiero dar las gracias a mis primas Teresa y Chica Abela y al hermano mayor del Rico, por permitirme visitarlo en su casa de Hermandad, y por permitirme que él llevara de la manera más discreta posible unas rosas amarillas simbolizando a mi padre, a mi madre, a mi hermana y a mí.
Desgraciadamente la Virgen de la Paloma no salió, el riesgo de lluvia era importante, así que me dirijo hacia su Iglesia. Allí tengo la oportunidad de saludar al alcalde de Málaga, Francisco de la Torre, al que me une y nos ha unido siempre un afecto especial. En mi conversación con él me dice que no se ha olvidado de la calle a mi madre, yo no lo pongo en duda, y deseo que sea así bajo su mandato. Cuando entro en la iglesia también tengo la oportunidad de saludar al alcalde de Madrid, José Luis Martínez Almeida.
Un momento muy especial
La Cofradía de la Paloma hace que Madrid y Málaga estén hermanadas bajo esta virgen. Tengo que decir que de una manera muy cariñosa se apresura a presentarme a su prometida, Teresa Urquijo, a la que le manifiesto que tenía ganas de conocerla. Después de eso puedo tener junto a mí a mi prima África, hija del hermano mayor de mi madre, y a mis primas Carmen Rita y Ampa, la oportunidad de estar con la virgen. Lógicamente, nos emocionamos, pues mi prima África es más una hermana que una prima. Sabemos que las dos tenemos, en su caso a su padre (hermano de mi madre) y a su madre y en el mío solo a mi madre, y juntas a nuestra abuela Concha protegidas bajo el manto de la Virgen de la Paloma. Para mí fue un momento muy, pero que muy especial.
Ni puedo, ni quiero, ni debo dejar de dar las GRACIAS a mi amigo del alma, Mario Blanca. Su hospitalidad nos permitió ver las pocas procesiones que salieron, y en el caso de que no salieran, poder estar juntos, no solo él y yo, sino junto a mis grandes amigos, como son Concha, mi amiga Paloma, que me acompañó desde Madrid estos días, mis amigos Pablo y Mari Carmen, Ana Cristina, Begoña, mis amorosos amigos mexicanos Paulina y Carlos, Mariquilla, Pilar y Rocío y mi prima África de nuevo, con la que engordamos un poquito, pero de una manera muy sana, junto a esa carne con la salsa casera de vitello tonnato y de la empanada moruna que hacía su madre, mi tía Quica. Gracias, amigo del alma. En los momentos difíciles, siempre estás. A todo esto, la vida continúa fuera de la Semana Santa y el Martes Santo me piden tener una conexión con mi hermana, ella desde Honduras. Confieso que, a pesar de los muchos años en el medio, estoy nerviosa y así lo manifiesto. Sé que no está nada bien y espero que mis palabras puedan recon - fortarla. Verla llorar me rompe el corazón. Verla ser consciente de la ausencia para siempre de nuestra madre, se me hace especialmente difícil, y saber la noticia que se había dado horas antes, de la separación de mi sobrino, añade más preocupación.
Demasiada información
Su regreso no va a ser nada fácil. Cuando le contemos que desde que se marchó han sucedido una serie de cosas familiares, la gran mayoría relacionadas con la salud, que algunas se saben, como mi neumonía, y otras se desconocen, porque así debe ser, y la separación de su hijo, va a ser demasiada información en tan poco tiempo. Dios quiera que todo vuelva a la normalidad. Estoy nerviosa. Cuando leáis esto aún no habré tenido la ocasión de verla y explicarle todo. No será fácil para ninguno de nosotros, pero ahí estaremos todos de una manera o de otra, para recibirla y arroparla.