Pilar Eyre

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Princesa Leonor
Gtres

La jura de Leonor, una reunión de familiares que se detestan

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Pilar Eyre

Periodista y escritora

Van a ir todos! ¡La familia Borbón al completo! El día 31 de octubre. A la recepción posterior a la jura de la Constitución de la heredera de la Corona. A esa tan comentada reunión privada en el palacio del Pardo. Asistirán las hermanas de Felipe, los primos y los sobrinos, desde Victoria Federica hasta Irene Urdangarin. Van a ir porque los ha invitado el rey de España, pero, sobre todo, porque el “otro” rey de España va a estar ahí y ellos tienen que acompañarlo, arroparlo o protegerlo, aunque aún no está muy claro de qué o de quién. Si Juan Carlos no hubiera sido invitado, si no hubiera confirmado su asistencia, seguramente más de la mitad del elenco se hubiera caído de la función. Cristina y Elena hubieran causado baja, tampoco hubieran ido por tanto los sobrinos y habría resultado muy poco estético que esta celebración semiprivada hubiera estado copada por la familia de Letizia, los Ortiz Rocasolano. ¿Qué impresión hubiera causado eso?

Cuando don Juan de Borbón, el padre de Juan Carlos, observaba desde el destierro las fotos de los actos oficiales presididos por su hijo de los que estaba proscrito, comentaba con tristeza: “Míralo, parece un huerfanito”. Lo mismo hubiera dicho Juan Carlos desde Abu Dabi si hubiera visto a su hijo en ese día crucial para la monarquía española que él personificó durante cuarenta años con la única compañía de los parientes de Letizia, además de su mujer y la tía Irene. ¿Por eso se decidieron a invitarlo? ¿Hubo un tira y afloja? ¿Hubo presiones de uno y otro lado? Eso lo ignoro, lo que sí sé es que, cuando se conoció que Juan Carlos iba a estar presente, todas las invitaciones fueron aceptadas. ¿Casualidad? ¿Una llamada de Juan Carlos a sus hijas, que no dan un paso sin consultárselo, diciéndoles “tenéis que ir”? 

Las ceremonias del día de la mayoría de edad de Leonor están todas milimétricamente diseñadas, no cabe ni un error, ni un imprevisto. Primero el acto de la jura en el Congreso, después la familia irá al palacio real donde se impondrá a la princesa de Asturias el collar de la orden de Carlos III y a continuación tendrá lugar un banquete con las más altas autoridades del estado. Y después de un previsible cambio de ropa y una corta carrera en coche, llegará la hora de lo que se ha descrito como “una celebración familiar de carácter privado con ambas familias”. Pues lo único que pende de un hilo es, precisamente, esta celebración familiar, por lo que se está tratando de evitar cualquier roce, cualquier dato interesado que dé al traste con todo. Por eso no se celebró el encuentro entre padre e hijo en Sanxenxo que Juan Carlos había confirmado con cierta ingenuidad. Por eso no hay declaraciones y las actividades públicas se han restringido. 

¿Cuántos invitados serán? Yo he calculado unos 50, porque no creo que la familia griega de doña Sofía haya sido también convocada. Se ha desechado celebrarlo en la Zarzuela: ni en la casa de los reyes, ya que no hay sitio, ni tampoco en la de los padres, cargada de un simbolismo algo tóxico. Y se eligió el Pardo, la que fue residencia de Franco. Un palacio hoy relegado a ceremonias oficiales, y residencia de mandatarios extranjeros, que se alojan quizás en la habitación “de los monos” que ocupó Eva Perón en su visita a España en 1947, o se pasean por la salita azul donde Franco recibió al niño Juanito en su primera visita a España. ¿Se acordará Juan Carlos cuando entre en el palacio de ese niño de 10 años que iba con sus calcetines caídos y su abrigo rozado acompañado del duque de Sotomayor? 

Ese día le llamó la atención lo lujoso que era todo y que la guardia mora llevara los ojos pintados. Y le conmovió que un viejo criado se arrodillara a sus pies porque había servido a su abuela, la reina Victoria Eugenia. Franco había preparado dos butacas en su antedespacho y allí mantuvieron una conversación de media hora sobre los reyes godos y merendaron chocolate y pastas inglesas. El embajador Giménez Caballero me contó 35 años después que él tenía audiencia a continuación. Y que sorprendió a Franco en medio del salón con el semblante arrobado y voz emocionada, “ese niño está perdido y abandonado y lo tengo que apadrinar, a ver qué sacamos de él”. Y el propio Juanito le comentó al duque que lo acompañaba: “Sotomayor, es como si hubiera conocido a mi abuelito”.

Ahora el abuelito es él. Y esperamos ansiosos alguna filtración de esta reunión, en la que hay muchas personas que se detestan. Letizia, ¿hablará con sus cuñadas? ¿Habrá aprendido a fingir y exhibirá grandes sonrisas y exagerados ademanes cariñosos? Leonor y Sofía, ¿harán pandilla con Vic e Irene? ¿Y Froilán? ¿Se adjudicará el papel de escudero de su abuelo? ¿Cómo interactuará la familia de Letizia, su padre y su mujer Ana, su madre y su novio Marcus Brandler, su hermana y su pareja Robert Gavin? La reina Sofía, ¿se agarrará al brazo de Paloma, ninguneando a la actual esposa de su consuegro, como hizo en la confirmación de su nieta menor? De todo ese grupo humano quizás la que despierta más ternura es Carla Vigo. Da la impresión de que es la mas vulnerable y que está muy sola.

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