Así fueron las últimas horas de Álvaro Prieto

MAYKA NAVARRO
Mayka Navarro

Periodista especializada en sucesos y en ‘true crime’

Con un desgarrador silencio que nadie quería romper, Córdoba despidió en la iglesia de la Trinidad a Álvaro Prieto. “No hay palabras para describir tanto dolor”, admitió el párroco José Juan Jiménez, incapaz de consolar a unos padres, a unos amigos y a una ciudad entera que durante cuatro días angustiosos buscó desesperadamente al joven de 18 años.

Unos padres abnegados

Álvaro murió de forma accidental, electrocutado, cuando trepaba a la parte superior de un tren estacionado desde hacía meses en las cocheras de la estación de Santa Justa de Sevilla. La autopsia confirmó que el joven murió el mismo jueves día 12 por la mañana y que su cuerpo permaneció oculto cuatro días entre los dos vagones del tren, mientras un amplio dispositivo trataba de dar con él, tras la denuncia presentada por sus padres.Nacido en Rusia, Álvaro fue adoptado cuando tenía cuatro años por una pareja gallega afincada en Córdoba. Una procuradora y un empresario que lideraron una búsqueda angustiosa sin perder ni una sola vez la esperanza. “Es un chico normal que no tiene enemigos”, reiteraba su padre en los distintos medios de comunicación a los que acudió para mantener encendida la llama de una búsqueda en la que se involucró toda España. Las fotografías de Álvaro no tardaron en hacerse virales. Difícil no empatizar con esos padres y con ese joven guapo de sonrisa noble. 

Álvaro Prieto
Redes Sociales

Un joven religioso

A sus 18 años, Álvaro Prieto era un joven feliz y querido. Jugaba a fútbol en el juvenil del Córdoba CF y acababa de empezar sus estudios de Ingeniería Mecánica en la Escuela Politécnica Superior de la Universidad de Córdoba. Antes fue alumno del colegio de las Esclavas del Sagrado Corazón de Jesús, un escuela del centro de la ciudad andaluza con mucha solera e historia. El joven formaba parte de la Hermandad de la Sentencia de Córdoba, a la que su familia está especialmente vinculada. Aprovechando el puente largo del Pilar, Álvaro y un amigo viajaron el miércoles a Sevilla para asistir a una fiesta universitaria que se celebraba en la discoteca Theatre. De esa noche y madrugada, algunos asistentes compartieron vídeos en sus redes sociales en los que aparece el joven bailando y divirtiéndose. Allí conoció a una joven sevillana con la que tuvo una especial conexión y con la que salió después a la calle a hablar sin el ruido de la música y con la que compartió su Instagram con la idea de volverse a ver. Álvaro se despidió de la joven con prisas cuando vio la hora. El tiempo se le había echado encima, ya eran las 7:20 y tenía unos cuarenta minutos andando hasta la estación de Santa Justa. Era imposible llegar, pero aceleró el paso, y de camino, aprovechó la poca batería del teléfono que mantuvo en modo avión buena parte de la noche para enviar un mensaje a su madre contándole que estaba de camino al tren. Su billete era para el convoy a Córdoba de las 7:35 horas, que ya había salido cuando llegó a la estación.

Problemas con el billete

Álvaro se dirigió entonces a las dependencias de atención al cliente. Y allí estuvo, entre el tiempo de espera, y lo que habló con los diferentes trabajadores, casi una hora, según los informes de Renfe. Álvaro explicó primero que no encontraba su billete. Dos de los trabajadores le ayudaron a buscarlo a través del sistema, con sus datos en el ordenador de la compañía. Encontraron un billete pero que era a Málaga. El informe detalla cómo los trabajadores insistieron a Álvaro sobre si recordaba haber comprado el billete a través de la web de Renfe, y el joven les aseguró que sí, que utilizó la aplicación de la compañía que tenía en su móvil, pero que se había quedado sin batería. Al final los trabajadores localizaron el ticket, pero comprobaron que ese tren ya había salido hacía rato.

Se quedó sin batería

Entonces, siempre según ese informe, los empleados de atención al cliente le explicaron las alternativas que tenía para viajar a Córdoba, pero ya con otro billete. “Se le hace saber que ese tren había salido ya y se le informa de la política de dichos trenes en cuanto a la pérdida de tren. Le indicamos los diferentes horarios y precios. De hecho, estaba a tiempo de subirse al tren más inmediato a Córdoba que salía a las 9:30 y que costaba 40 euros”. Esos trabajadores detallan cómo Álvaro abandonó ese departamento, con la cartera en la mano, y que se dirigió a las taquillas, colocándose en la fila de la número 3, como recogen las cámaras de seguridad de la estación de Santa Justa. En el momento de pagar su billete, el joven contó que su teléfono estaba sin batería y que no tenía dinero ni otra forma de pago. En ese instante, según el informe, el trabajador que le atendió le indicó que podía cargar el teléfono en cualquier enchufe de la estación, que aún tenía tiempo. Pero Álvaro no llevaba encima el cargador y tampoco se lo pidió a nadie. Dio las gracias al hombre y se despidió. “En todo momento el joven fue muy educado, se mostró poco hablador, pero a nosotros no nos pidió ningún tipo de ayuda ni auxilio”, advierten los trabajadores.

Álvaro Prieto
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Solo quería volver a casa

Hay que intentar ponerse en ese momento en la cabeza de Álvaro. Faltaba poco para las nueve de la mañana. Sus padres hacía rato que estarían despiertos y no tardarían en preocuparse al ver que no llegaba a casa y que no respondía al teléfono. El joven quería llegar a Córdoba como fuera y seguramente con esa sensación de impunidad de que nada malo nos puede pasar cuando tenemos 18 años, intentó subirse a un tren, al que fuera, pero que lo llevara de vuelta a su casa. En los paneles de los próximos trenes que salían de Santa Justa debió llamarle la atención el AVE que iba a Barcelona y que tenía parada en Córdoba. Decidió entonces subirse en ese tren. Se dirigió a la salida de cercanías, cruzó las vías y accedió a los andenes del larga distancia, donde logró subirse al AVE. Pero dos vigilantes de seguridad de la estación lo vieron por las cámaras cruzar y acceder irregularmente al tren 3943 y fueron a buscarlo para sacarlo. Una de las azafatas de ese AVE declaró a la policía cómo apenas dos minutos antes de la salida, se le acercaron los vigilantes que buscaban a un joven que se había colado. La trabajadora subió al tren y cuando se dirigía a la cafetería, a la altura del coche 3, se cruzó con Álvaro. Enseguida aparecieron los vigilantes que iban tras el joven, lo interceptaron y lo obligaron a bajar. Según el relato de testigos y las grabaciones de las cámaras de seguridad, de manera incomprensible a partir de ese momento, Álvaro empieza a alejarse gradualmente de la zona comercial de Santa Justa y se adentra en las zonas restringidas sorteando andenes, vías de tren y túneles, de manera casi clandestina. Sobre las 9:20 horas, hay un supervisor que lo descubre en la zona del muelle. Ese revisor contó a la policía que Álvaro pudo llegar hasta allí “accediendo por los túneles”. Al trabajador le sorprendió la presencia del joven en esa zona y pensó que se habría perdido. Vio como el chaval salía de la oficina de los supervisores y que accedía a los vestuarios de logística. “Le pregunté quién era y qué hacía allí, y me dijo que estaba buscando el acceso a los andenes y que le habían dicho que era por ahí”. El trabajador le advirtió que estaba en una zona restringida y lo acompañó hasta la puerta de entrada de personal, desde donde le indicó cómo llegar al hall de la estaci��n. Álvaro se despidió dándole las gracias.

Murió de forma inmediata

Pocos minutos después, sobre las 9:35 horas, las cámaras de seguridad de Santa Justa le graban saliendo de la estación por la avenida Kansas City. Desde allí se desconoce cómo volvió a acceder a la estación y concretamente a la cochera de talleres, donde había estacionado un tren que llevaba tiempo sin moverse tras arrollar meses atrás a un coche en un paso a nivel. En esa cochera de talleres al aire libre, Álvaro intentó llegar al techo de uno de los trenes, trepando por la zona de unión entre dos vagones. De hecho hay huellas dactilares que avalan esa teoría. El joven empezó a subir y en un momento utilizó su mano izquierda para impulsarse, sin pensar que estaba agarrando la catenaria con la que se electrocutó. La muerte fue inmediata. El cuerpo quedó oculto entre los dos vagones, hasta el pasado lunes día 16, por la mañana, cuando precisamente ese tren salió del taller para dejar sitio en la vía a otro convoy que iba a ser reparado. Ese pequeño trayecto provocó un movimiento del cuerpo dejando al descubierto las extremidades inferiores.

El hallazgo terrible

El resto ya se sabe, justo en ese instante, dos reporteros del programa ‘Mañaneros’ de TVE que trabajaban en Santa Justa cubriendo la búsqueda, grabaron el convoy y descubrieron el cuerpo. Un hallazgo terrible que por circunstancias que tienen que ver con esas ansias de inmediatez en las que muchos, incluida la que firma, nos vemos expuestos en coberturas mediáticas largas y complicadas, se emitió en la cadena pública. A todos nos podía haber pasado. Incluida a mí. Álvaro fue despedido en su Córdoba querida en un silencio doloroso. Solo él sabe por qué y para qué quería subirse al techo de ese tren que no iba a ningún sitio.

 

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