El viernes, en cuanto aparece en el ‘Deluxe’ contando con todo lujo de detalles su operación de ensanchamiento de vagina, se me colapsa el teléfono. Empiezan a lloverme whatsapp de amigos y conocidos que se están descojonando con las disparatadas explicaciones de la ambición rubia. Leticia sabe lo que es: un muñeco al que se le llama de vez en cuando para distraer al personal con sus idas de olla. Y su profesión, ser carne de cañón, la ejercita con maestría. Antes de empezar la entrevista me dice: “Oye Jorge, como el programa está un poco triste por el polígrafo al padre de Labrador yo voy a ser un poco cañera”. “Vale”, le respondo yo. Creo que Leticia no tiene buen ojo para sus estilismos: se echa encima de su cuerpo unos trapos que no sé muy bien de dónde los saca. Siempre va hecha un cuadro pero no sé si es consciente o si en realidad piensa que marca tendencia. A veces me mosquea. ¿Y si nos estuviera tomando el pelo a todos? ¿Y si detrás de esa imagen tan indescriptible se esconde una acérrima seguidora de Susan Sontag?