No he escrito antes de ‘OT 17’ porque no lo he visto. Y no lo digo con orgullo, al contrario, porque con la que se ha liado me he dado cuenta de que he perdido una gran oportunidad de vibrar con un formato. Creo que vi las dos primeras galas y no me entusiasmaron. No me enganchó el casting, demasiada juvenalia –millennials los llaman ahora– para un señor como yo que le quedan tres para los cincuenta. Entonces desconecté y luego ya fue tarde para engancharme.
Cosas que me ha enseñado la nueva edición de ‘OT’: que no tengo ni idea de lo que va a funcionar o no en televisión. Jamás pensé que esta edición se fuera a convertir en un fenómeno. Resucitar el formato me parecía una empresa arriesgada que tenía todos los números para convertirse en un fiasco. Me equivoqué, como de costumbre.
Y me alegro por varias razones: porque el entretenimiento sigue contando con millones de adeptos, por los Javis, a los que adoro, y por su presentador, Roberto Leal, porque lleva muchos años trabajando en televisión y ha sabido aprovechar una excelente ocasión para mostrar lo aprendido en redacciones y platós. El triunfo de Roberto Leal debe servir de ejemplo a los que quieran dedicarse a lo nuestro. A veces, en nuestra profesión, el trabajo también tiene su recompensa.