Hace poco escribí aquí sobre ella. No muy bien. Su imagen pública es dura, bronca, poco conciliadora. Pero su personalidad varía en cuanto se despoja del cargo. Acompañó a los Reyes a visitar la cadena y pude charlar con ella tras el almuerzo. Simpática, divertida, cercana. Le comento que al lado del Rey parece su hija. “Tengo la mala suerte de que tanto él como el presidente del Gobierno sean muy altos”, responde. Le confieso que soy muy fan de las sesiones de los miércoles en el Congreso: “Me lo pasaba muy bien discutiendo con Teresa Fernández de la Vega. Tenía muy buena relación con ella y jamás pasábamos a lo personal”. Aprovecho para pedirle que bajen el IVA cultural, pero como quien oye llover. Me hago un selfie con ella y con Raquel Sánchez Silva: “Soraya, nos van a poner a parir. A ti los tuyos por hacerte una foto con un rojo y a mí los míos por posar contigo. ¿Ya sabes qué vas a decir cuando te pidan cuentas?”. “Sí –contesta rápidamente, con la lección bien aprendida–. Que gobernamos para todos”.