Una de la tarde del sábado y todavía sigo en la cama. Fuera llueve como si no hubiera mañana, estamos en alerta naranja. Qué felicidad vaguear sin complejo de culpa, permitiéndotelo porque consideras que te lo has merecido. Ayer fue un éxito el estreno y al volver al hotel me premié con una barrita de chocolate, pistachos, kikos y alguna que otra guarrada mientras veía el ‘Deluxe’. Estaba Belén hablando sobre Toño y por mucho que este apareciera muy exaltado en Ana Rosa defendiendo su inocencia me sigo creyendo a Belén. Toño confunde contundencia con bravuconería. Su discurso es vacuo y exento de firmeza, por mucho que en un alarde de macho despechado enviara a la mierda a su antigua representada. Entiendo que haya gente cansada de Belén pero prefiero a una Esteban que a cien mil Toños. Belén posee frescura, espontaneidad y rapidez mental. Por mucho que algunos se empeñen, no solo no está acabada sino que está en proceso de reconversión. Le queda cuerda para rato. Lo de Toño es otro cantar. Pertenece a esa clase de tíos que parece disfrutar con las novatadas. No tengo nada más que añadir, Señoría. ¡Ah, sí! Se me olvidaba. Que decir: “La de cosas que he visto yo en esa casa”, refiriéndose seguramente a la época en la que Belén no pasaba su mejor momento, tiene delito. Muchísimo.