Por AMADEU GARCÍA
El desengaño siempre es un duro golpe. Sentirse traicionado, herido, por alguien por quien una persona pondría en riesgo su propia vida puede llevarle a convertir la idolatría en desprecio. Incluso, en odio. En este caso, no hablamos de dos amantes. Se trata más bien de un guardaespaldas que, muy a su pesar, según cuenta él mismo, comprobó que no todo era tan brillante en torno a su protegido como él creía. De ahí que, tras ser enviado a la cárcel después de pasar 17 años protegiéndolo, se haya decidido a sacar a la luz el lado más oscuro de su protegido, su cara más desconocida. Una cara que, públicamente, luce desde hace muchos años una característica barba y la que era imposible no asociar con un puro. Por lo menos, hasta 1980.
Según explica Juan Reinaldo Sánchez, autor del libro 'La vida oculta de Fidel Castro', fue entonces cuando el líder cubano decidió dejar de fumar. Sánchez presenta el retrato de las intimidades de Castro. Entre otras cosas, revela el nombre de nueve de sus hijos y de las mujeres con las que ha compartido su vida, señalando que ha tenido varias amantes. Empieza por su actual esposa, Dalia Soto del Valle, con la que ha convivido desde 1961. Algo que, no obstante, según señala el propio autor, no le ha impedido en absoluto mantener varios escarceos con otras mujeres. Habla también de su primera esposa, Mirta Díaz-Balart, con quien tuvo a su durante mucho tiempo primogénito oficial, Fidelito, nacido en 1949, y descubre que tal condición corresponde realmente a Jorge Ángel, nacido de una relación de sólo tres días con una mujer llamada María Laborde y seis meses mayor que Fidelito, según los papeles consultados por el autor. Con Natalia Revuelta tuvo también fuera del matrimonio a su única hija, Alina, nacida en 1956, quien se ha definido a sí misma como “la hija rebelde de Fidel Castro” y cuyo posado en biquini en un anuncio del ron Havana Club le costó una seria discusión con su padre. Con Dalia, quien permaneció en la sombra hasta 2006, tuvo cinco hijos más: Alexis, Alex, Alejandro, Antonio y Angelito. El autor habla de cuatro posibles hijos ilegítimos más, de los que sólo pudo comprobar la existencia de uno, Abel, fruto de su relación con su intérprete personal, Juanita Vera. Incluso, aborda una infidelidad de la compañera del líder, en 1984, que acabó con el amante en paradero desconocido y la reconciliación de ambos.
En varios momentos del libro no duda en referirse a Castro como “el monarca”, detallando sus posesiones inmobiliarias y su elevado tren de vida, con predilección por el whisky Chivas Regal y destacando la existencia de una isla privada del comandante, Cayo Piedra, cuyas estructuras son visibles consultando Google Earth y que ha contado con ilustres visitantes como, según revela el propio Sánchez, el propietario de la CNN, Ted Turner, o el fallecido escritor colombiano Gabriel García Márquez. Para acceder a ella, señala que se desplaza con un yate, ahora algo antiguo pero no por ello menos lujoso, impulsado, curiosamente, por cuatro motores de origen ruso donados por Brezhnev. Pese a todo, aún le quedan algunos rasgos de admiración por el líder cubano, que se plasman cuando lo compara con lo que él llama “tiranos de opereta”, como Muamar el Gadafi o Kim Il-sung o recuerda que, cuando departió con algunos soldados cubanos destinados en Angola, era como ver a “Napoleón hablando a sus veteranos”.
Relata también que Castro estuvo al borde de la muerte en dos ocasiones durante el tiempo en que fue su guardaespaldas, ambas, por enfermedad. La primera, en 1983, por una úlcera cancerosa en el intestino. La segunda, nueve años después, con los mismos síntomas de la primera pero mucho más exagerados. Tanto, que en esa ocasión llegó a hablarse de la posibilidad del fallecimiento del líder cubano e incluso se avisó a su hermano Raúl, algo que no había sucedido en la primera ocasión. En ambas ocasiones, la presencia de un “doble” convenientemente disfrazado resultaría providencial para evitar que el delicado estado de salud de Castro trascendiera más allá de su círculo más íntimo. El punto más controvertido del libro, tal vez, estaría en el proclamado origen del desencanto del autor con el comandante: su conocimiento del tráfico de drogas. Según señala el propio Sánchez, enterarse de que Castro estaba al tanto de esas operaciones, que acabarían costándole la vida entre otros al general Arnaldo Ochoa, héroe de la revolución, le llevó a pedir la jubilación anticipada, caer en desgracia, ser encarcelado y, finalmente, fugarse a Estados Unidos, donde reside actualmente y donde dio forma a su tantas veces meditada forma de tomarse la revancha: su libro.