Las Grecas fueron un icono de los 70, de aquella España que vendía casetes en gasolineras, de pantalón de campana y el zoom de Valerio Lazarov. La enfermedad, sin embargo, se apoderó de una de ellas, Tina, que murió de sida en 1995 a los 37 años. Ahora su hija mayor, Saray (41), cantaora del Ballet Nacional, le ha rendido el homenaje que nunca se le brindó y que ha servido para reencontrarse con sus hermanas, dadas en adopción a poco de nacer.
¿Qué se te remueve al revivir sus canciones en el escenario?
-Estoy muy emocionada. Tengo una gran responsabilidad sobre mí. No paro, no duermo, no como. Estoy todo el rato o llorando o riendo de la euforia.
Entiendo que son muchos recuerdos los que ahora salen, ¿no?
-Todo aquel a quien falte su madre me va a entender perfectamente. Dedicar un día grandioso a tu madre y saber que todo el mundo va a estar pensando en ella es algo muy fuerte. Soy su hija mayor y me siento muy orgullosa de haber sido el centro de todo esto. Ella amó a sus hijas hasta su último día, como una buena madre.
¿Tu madre fue víctima del éxito?
-Mi madre fue una víctima de su enfermedad, tenía una esquizofrenia paranoide, que trastoca todo lo que tú hagas. Ella tuvo la suerte de tener muchos dones, entre ellos, cantar, el ser una bomba, pero también por eso, su enfermedad fue muy mediática.
Las Grecas fueron rompedoras.
-Eran gitanas acérrimas, que podían ser por ello más cerradas, pero no, amaban a todo el mundo... no ponían límite a nada y eso la gente lo notaba, porque ellas lo irradiaban. Eran muy modernas.
Tu madre tenía fama de carácter fuerte y difícil, ¿verdad?
-Yo soy igual que ella [risas], porque soy totalmente visceral. De repente, lloro, me lo tomo todo a la tremenda, soy muy pasional, o de repente, tengo un carácter que ¡Dios mío! Me parezco mucho a ella, sí. Y dicen que tenía mucho carácter, sí, muchísimo. Es que era única. Era un vendaval.
Murió siendo muy joven.
-Con 37. Fue durísimo, pero estuve con ella. Yo tenía 19 años, pero ya era madre, tenía a mi niña de dos años, pero me quedo con eso, con esos dos mesecitos que estuve con ella.
¿Ves a tu tía Carmela?
-No, desde hace muchos años, pero ella está bien, que es lo importante.
Has reencontrado a tus hermanas.
-Sí, sí. Ya estamos todas juntas. Nos ha juntado ella. Somos cinco y nos faltaban dos por encontrar, las mellizas, pero ella, ella nos ha unido.
¿Os habéis buscado?
-Te lo voy a contar, que no lo sabe nadie... Fue hace tres días. Hace tres días encontré a mis hermanas. Ellas lo hicieron. Me llamaron. Es muy fuerte [llora].
¿A raíz del concierto?
-Claro. A raíz del concierto porque a mí no me gusta la fama. No la quiero en mi vida, pero soy cantaora y a veces tengo que poner la cara, así que con el homenaje, cuando me lancé a todo por mi madre, ha sido cuando las niñas me han visto.
¿Y os habéis visto ya?
-¿Qué quieres, que me muera? [risas] Solo hemos hablado. Les dije que me dejaran terminar con esto del homenaje y luego ya, porque no puedo con tantas emociones. Hoy van a venir a verme. Les he dicho que me dejen que termine, que si no me matan. Que vengan luego [llora].
A tu madre le va a gustar allá donde esté.
-¿Tú crees? Es muy bonito.
¿Y después de esto?
-A mi casita. Y a seguir en mi Ballet Nacional.
Fotos: P. Pernía / Archivo