María Lapiedra: "Tuve sexo con un colaborador de 'Sálvame"

Filóloga y exestríper, la colaboradora de ‘Cazamariposas’ nos habla de su búsqueda de cariño en los lugares equivocados y de su caída en un infierno de malos tratos

Tras unos años inmersa en una vida de plástico en la que fue víctima de malos tratos mientras buscaba desesperada el amor a través del sexo, María Lapiedra (32) ha cumplido su sueño de ser una feliz y enamorada mamá. Siempre besó a sapos hasta que Mark Hamilton, el padre de sus dos preciosas hijas, Martina (3) y Carlota, de nueve meses, llegó a su corazón para quedarse. Esta filóloga, exestríper y empresaria de éxito recuerda para Lecturas aquella época negra en la que se dejaba utilizar por hombres de toda condición.

En ‘Cazamariposas’ fuiste compañera de Isa Pantoja.
No exactamente. La echaron a ella y entré yo. Me han contado que no la contratarían más porque llegaba al programa con desgana, mirando a su móvil sin hacer caso de nada, pasando de todo.
¿Te ha llamado algún famoso enfadado por tus informaciones?
No, al revés. Me llaman para darme información; ya soy una mini Kiko Hernández, soy guay.
¿Vas a ir a la boda de Kiko Rivera en octubre?
No me ha invitado, hubiera ido. Cambió de número de teléfono y perdí el contacto. A Irene no creo que le hiciera gracia que fuera, no creo que quiera exnovias y menos a mí, que lo conté todo. En ‘Cazamariposas’ siempre hablan de él como “aquel novio tan guapo que tuve”, nos reímos un poco del pobre. Paquirrín y yo nos llevábamos súper bien, hicimos juntos un montaje y todo.
¿Un montaje?
Sí, hicimos que nos liábamos, él me mandaba mensajes a mi móvil y me los compraron en un programa. Nos repartimos la pasta; pagaban muy bien, como 13.000 euros. Lo bueno fue que al tiempo nos acabamos liando de verdad.
¿Fuiste amante de Kiko?
Sí. Tengo buen recuerdo de él, era muy bueno haciendo sexo oral. Me decía: “No voy a parar hasta que me pongas un diez de nota”. Al final se lo puse. Dependía mucho de su madre. La Pantoja no paraba de llamarlo cuando estaba en mi casa. “Di a María que se acabó la fiesta”, le decía. Otras veces me la pasaba al teléfono y hablaba con ella, nada, tonterías. Cuando se enteró de que yo era stríper no le moló nada.

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