La hermana pequeña de la reina emérita Sofía, Irene de Grecia (81 años), ha vivido prácticamente siempre a la sombra, primero de su madre, la reina Federica, y después, a la de sus hermanos Sofía y Constantino. A la princesa, como a otras representantes de las monarquías europeas, se la educó para ser mujeres exquisitas, casarse, tener hijos y, por qué no, ser reina si así el destino lo decidiera –quién dice el destino, dice la reina Federica, por supuesto–, como sucedió con su hermana Sofía.
Sin suerte en el amor
Irene de Grecia no tuvo suerte en el amor. No es que no tuviera pretendientes, que los tuvo, pero primero su madre, la reina Federica, y después su cuñado, el rey Juan Carlos, impidieron que alguno de sus romances prosperara e Irene creara una familia como era su deseo.
Aunque Irene de Grecia bromeaba sobre su soltería –"Resulta imposible vivir conmigo", solía decir–, la verdad es que la hermana menor soñaba con casarse y tener hijos, un sueño que se vio frustrado una y otra vez. Como el de ser concertista de piano, su gran afición y hacia lo que hubiera dirigido sus pasos profesionales de no haber nacido princesa.
Virtuosa en el piano
En Londres, Irene tenía 27 años y supo lo que era subirse al escenario y tocar el piano ante un público entendido. Era 1969 y actuó en el Royal Festival Hall, con la presencia en el palco de un jovencísimo Carlos de Inglaterra, que estaba a punto de ser nombrado príncipe de Gales, el tío del príncipe Lord Mountbatten, y Constantino de Grecia, hermano de Irene que ya se encontraba exiliado en Londres.
Pero esa actuación fue solo un destello de su talento, porque a Federica de Grecia que su hija fuera "artista" no le parecía digno de una princesa. Pese a todo, Irene ofreció algunos conciertos como profesional. "Toca como una princesa", era uno de los halagos que recibía con frecuencia.
La irrupción de Jesús Aguirre
Precisamente su amor por la música clásica fue lo que unió a Irene de Grecia y al que fue director general de Música y Danza del ministerio de Cultura, el exjesuita Jesús Aguirre. Esa afición común hizo que empezaran a relacionarse y Aguirre comenzó a postularse como futuro príncipe consorte. Irene, que ya había sufrido el que su familia no diera el visto bueno a ninguno de sus pretendientes, se sintió muy halagada por el cortejo del excura, por su agradable conversación y por su amplia cultura.
Aguirre, por su parte, ya se veía formando parte de la familia real española y griega, siendo cuñado de los reyes de España, Juan Carlos y Sofía, y del rey de Grecia en el exilio, Constantino. Un estatus social que jamás habría imaginado un niño criado en Santander, hijo de padre desconocido, que ejerció el sacerdocio hasta 1969.
Según relata nuestra colaboradora Pilar Eyre fue el rey Juan Carlos el que, al ver el tonteo que se llevaba Jesús Aguirre con su cuñada Irene, decidió cortar aquella relación por lo sano.
Juan Carlos les chafó la boda
Pilar Eyre cuenta cómo fue la conversación entre el rey y el exsacerdote que acabó, para siempre, con el cortejo amoroso: “Oye, tú, deja en paz a mi cuñada, que es una inocente y todo se lo cree... No la enredes, no quiero que vuelvas a llamarla", le espetó Juan Carlos a Jesús Aguirre. Obviamente, el excura obedeció las órdenes del monarca, zanjó su relación con la princesa y la hipotética boda se fue al garete.
Tras ese contratiempo que Jesús Aguirre no esperaba, el excura apuntó hacia otro objetivo, la Casa de Alba. Dicho y hecho, en cuatro meses conoció y se casó con Cayetana de Alba, convirtiéndose en duque consorte y grande de España. No logró emparentar con la familia real, pero casi.
El enfado de Irene con su cuñado
No era la primera vez que Juan Carlos se entrometía entre Irene y alguno de sus pretendientes. Ya lo había hecho anteriormente con su primo Gonzalo de Borbón, hermano de Alfonso, duque de Cádiz. Gonzalo era demasiado "golfo" para la joven princesa. “Si sigues adelante con mi cuñada, te expulsaré de España”, cuenta Pilar Eyre que le llegó a decir Juan Carlos a su primo. Nuestra colaboradora apuntilló: "Gonzalo, al que tampoco le debería gustar mucho la princesita griega, obedeció sin rechistar".
Entre lo de Gonzalo de Borbón y lo de Jesús Aguirre, la princesa Irene empezó a estar un poco harta de las intromisiones del rey Juan Carlos en su vida privada. Tras conseguir que Jesús Aguirre rompiera con ella, Irene se enfadó tanto con su cuñado que estuvo años sin dirigirle la palabra.
Abocada a la soltería, no por decisión propia, Irene se volcó en la Fundación Mundo en Armonía que creó tras conocer en la India la pobreza y la miseria que asolaba a gran parte de la población de aquel país. Irene y su madre, Federica, vivieron en Madrás tras su exilio de Grecia y hasta la muerte de la reina en 1981, cuando Irene regresó a España y se instaló en la Zarzuela, donde aún reside.
Los últimos años de Irene de Grecia
Irene de Grecia ya no es lo que era. A punto de cumplir 82 años –los hará el próximo 11 de mayo–, la hermana menor de la reina emérita Sofía padece el mal del olvido. Tanto Sofía como sus tres hijos, el rey Felipe, y las infantas Elena y Cristina, se preocupan de su bienestar y de darle todo el cariño que la princesa, convertida ya en una venerable anciana, necesita.
La princesa Irene no pudo formar su propia familia, pero su hermana Sofía jamás permitió que se quedara sola. Irene se acostumbró a ir siempre un paso por detrás de su hermana, la reina, y nunca se quejó por estar en segundo plano. En 2018 obtuvo la nacionalidad española, por lo que renunció a la griega, y es que en Madrid encontró su refugio y su hogar tras fallecer la reina Federica.
En sus últimas apariciones públicas la hemos visto con la mirada perdida, síntoma inequívoco del mal que la aqueja, cogida de la mano de su hermana o de alguno de sus sobrinos. Durante años, Irene ha sido la confidente de su hermana Sofía, que sufría impotente las continuas infidelidades de su marido, el rey Juan Carlos. Ahora que las condiciones mentales de Irene no pueden servile de apoyo a Sofía, es la reina la que procura que esta última etapa en la vida de su hermana sea lo más serena y plácida posible.